Dice un juez que Airbnb es ilegal en Nueva York: hay una ley allí, similar a la que se está planteando para España, que prohibe los alquileres de «menos de 29 días». El objetivo es evitar que las casas particulares se conviertan en hoteles.
Airbnb triunfa entre particulares y pequeños arrendadores de todo el mundo –incluyendo España– por muchas razones: hace los viajes más baratos, más flexibles y con un toque personal y diferente: simplemente eliges el sitio, aparece un mapa y reservas casas, pisos o habitaciones por días sueltos – a precios muy por debajo de los alquileres de hoteles o apartamentos convencionales. La gente suele alquilar su propia casa de forma ocasional con «todos los trastos» incluidos, en ocasiones alguna habitación que tiene libre.
El servicio ofrece fotógrafos profesionales a los propietarios; su web es rápida y vistosa y –gran ventaja– está conectado con las redes sociales: se puede descubrir de un vistazo cuáles de tus amigos en Facebook estuvieron de vacaciones en la casa que estás mirando o si te recomiendan alguna por la zona. Durante mucho tiempo ha habido quien ha guardado esta web como un secreto, para que no se masificara.
Creo que la situación es una auténtica pena y otro ejemplo de cómo leyes absurdas aplastan el avance y la innovación, especialmente cuando ésta es buena para la población en general, simplemente por la tozudez de los reguladores y legisladores. Y además en un país que vive en buena medida del turismo.
Quienes alquilan habitaciones o pisos han de cumplir con las leyes, pagar sus impuestos y ofrecer las garantías necesarias: están anunciando un servicio público y las entidades correspondientes tienen fácil llamar y acercarse a comprobar las condiciones y realizar las inspecciones necesarias - están todos los datos registrados; más evidente, imposible. En cambio, optan por la vía tajante: prohibir.
Al final eso de «viajar con encanto» tendrá el encanto añadido de ser una actividad prohibida.