En este vídeo Tom Scott narra una curiosa historia de hackeos respecto a la radio, el invento que cambió el mundo a principios del siglo XX.
Mientras Marconi realizaba demostraciones y daba conferencias no dejaban de surgirle moscas cojoneras que investigaban también la radio y querían su «parte del pastel» en el terreno de la novedosa comunicación sin hilos. Además de su eterna Némesis en ese terreno, Nikola Tesla, también había un mago llamado Nevil Maskelyne que andaba en el mismo negocio. Como sabemos por la historia, Marconi se llevó al final el mérito – más que nada por su contribución a la popularización del invento y por haber seguido la senda correcta y práctica.
Maskelyne era un tipo jocoso, de modo que dedicó parte de su tiempo a hackear el invento de Marconi y preparó una especie de «broma» (más bien, lo que hoy en día sería una troleada) cuando el inventor italiano iba a realizar una demostración en la Royal Institution británica. Se trataba de una transmisión desde más de 500 km para demostrar la potencia de su invento, cuyas señales se recibirían en un salón donde el ingeniero electrónico John Ambrose Fleming le serviría de colaborador. Además dijo que «nadie que conociera los ajustes podría recibir los mensajes».
Pero justo antes de la demostración empezaron a oírse ruiditos en el altavoz: eran señales en código morse que se decodificaban como «ratas, ratas, ratas…», frases satíricas de Shakespeaere y otras absurdeces. Los asistentes que se percataron se quedaron un tanto asombrados. Por suerte los extraños mensajes se acallaron antes de que empezara la charla.
Lo que había sucedido era que el tal Maskelyne había «interceptado» la comunicación emitiendo a toda potencia desde un teatro cercano al salón de actos de la Royal Institution. Hoy en día el equivalente sería como instalar una de esas emisoras piratas de radio o TV a toda potencia y hacerlo con una señal de amplio espectro, ocupando todas las frecuencias (en aquella época nadie transmitía nada, así que estaba todo libre). Dicen que quizá hubiera incluso estropeado todos los receptores que hubiera en varios kilómetros a la redonda. En realidad no sabía qué frecuencias estaba usando Marconi, pero logró chafarle la demo – aunque sin consecuencias ni daños reales. Algunos lo llamaron «hooliganismo científico».
Dicen los que saben más sobre el invento y esa época que esto mismo fue un poco lo que pudo sucederle a Nikola Tesla pero por parte del propio Marconi, cuando ambos desconocían las invenciones del otro pero hacían pruebas con sus aparatos.
Tesla llegó a creer que recibía mensajes inteligentes con números y secuencias (quizá algo parecido al morse) y supuso que como él era el único en el planeta con una emisora y un receptor de su propia invención, solo podían proceder del exterior, quizá de algún otro planeta, donde «seres extraterrestres» intentaban comunicarse con nosotros. La potencia que se usaba era bastante grande, lo mismo que las frecuencias. Corría el año 1901. No se percató de que igual era un tal Marconi haciendo pruebas con su «otra» radio.