Por @Wicho — 17 de julio de 2008

Esta mañana estuvimos en la presentación de Blinko, una nueva red social pensada especialmente para móviles que por ahora está en beta cerrada, en la que pudimos escuchar una charla de David Weinberger, uno de los autores de The Cluetrain Manifesto, sobre el futuro de las redes sociales y la importancia de los móviles para estas.

David Weinberger en Madrid
David Weinberger durante su conferencia

Comenzó la charla hablando del «efecto ascensor», expresión con la que se refiere a que el inventor del ascensor jamás podría haber imaginado que la gente al usar el ascensor adoptaría la costumbre de colocarse tan lejos como le es posible de los demás ocupantes, mirar ligeramente por encima de ellos, y no articular palabra.

Con esto quiere decir que son siempre los usuarios los que acaban decidiendo el uso de cualquier sistema o invento, y no el creador o inventor.

Citó el ejemplo de Twitter, que la gente usa para bastante más que para decir lo que está haciendo en cada momento, o como los usuarios de Flickr fueron capaces de saltarse la limitación de 75 etiquetas por imagen a la hora de catalogar las imágenes de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos usando los comentarios para ello, o de como la página del cable Denon AKDL1 de 500 dólares se ha convertido también en un ejemplo de la creatividad de los usuarios con las reseñas y las etiquetas, que resultan cuando menos hilarantes.

«El comportamiento social sortea la predictibilidad», y las redes sociales funcionan porque las personas buscamos conectar con otras diciendo, construyendo, y compartiendo cosas.

Además, a pesar de que se han puesto muy de moda con la Web 2.0, en realidad es algo que llevamos haciendo desde mucho antes de la web, es algo cuyo origen podría remontarse a los grupos de noticias o a las BBSs de antaño.

En todo esto los móviles añaden dos elementos importantes, como son la globalidad (o casi) pues las redes de telefonía están cada vez más extendidas, y el que están siempre con nosotros, a diferencia de un ordenador.

Así, el móvil deja de ser una interrupción para convertirse en un elemento más de nuestro entorno y su uso se convierte en una actividad intersticial que podemos llevar a cabo en ratos libres mientras hacemos cola para comprar una entrada de cine o mientras esperamos a que llegue el autobús, por ejemplo.

El hecho de que el usar el móvil tenga un coste favorece por un lado el que las empresas estén dispuestas a invertir en el desarrollo de productos y servicios para ellos, aunque al mismo tiempo los usuarios tienen que estar a menudo pensando si algo que van a hacer compensa o no el precio que van a tener que pagar por ello, aún cuando se trate de un precio reducido.

El que los móviles sepan además donde estás en cada momento y donde están tus amigos sirve para que se conviertan en una herramienta perfecta para darte información de lo que te rodea, información que vendrá de bases de datos disponibles comercialmente o de información subida por otros usuarios, la realidad intermediada por lo social.

Todo esto, por supuesto, no está libre de limitaciones y problemas:

  • En primer lugar, está el interfaz de usuario, limitado por las pequeñas pantallas de los móviles, aunque dispositivos como el iPhone, aún sin ser perfecto, están cambiando las cosas.
  • Los sistemas propietarios impiden o dificultan el intercambio de información y el datos sin tener que introducirlos una y otra vez en distintos servicios.
  • Se produce una fragmentación funcional al tener demasiada información repartida por demasiados sitios y servicios distintos que no siempre se hablan.
  • La privacidad puede verse seriamente afectada, por toda la información sobre nosotros que hay en estos servicios, por todo lo que saben de lo que hacemos, o por cosas más mundanas como perder un móvil en el que lleves un montón de información personal ahora que son cada vez más potentes y con mayor capacidad de almacenamiento.
  • Se produce una entropía de amistad en la que cada vez tenemos más amigos si no gestionamos bien a quien aceptamos o no como contacto, lo que además se vuelve especialmente complicado porque nuestras mentes no mantienen una taxonomía de amigos tan clara como la que necesitarían los ordenadores para ayudarnos realmente a clasificar las cosas y el mundo que nos rodea.
  • Se produce una difuminación del «yo» al tener múltiples representaciones nuestras en distintos servicios y redes que podría ser solucionada en parte gracias a la tecnología cuando esta permita intercambiar datos, pero aún así es más que probable que sigamos manteniendo distintas personalidades en línea según para que usemos cada servicio.

En cualquier caso, los móviles son mucho más complicados que los ascensores, lo que sin duda nos coloca en terreno desconocido.

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