Ahora que estamos en plena resaca post entrada en vigor del Reglamento General de Protección de Datos, también conocido como RGPD o GDPR por sus siglas en inglés, es un buen momento para reflexionar sobre la exposición que hizo el artista chino Deng Yufeng en Wuhan.
La exposición, clausurada por las autoridades apenas un par de días después de ser inaugurada, consistía en unos paneles que incluían datos como nombres, género, números de teléfono, registros de compras en línea, itinerarios de viaje, números de matrícula, etc, aunque convenientemente anonimizados para que no se pudiera reconocer a quién pertenecían los datos expuestos. Además, los datos sólo se veían cuando los paneles se iluminaban con la luz adecuada.
El artista hizo esto para llamar la atención sobre lo desprotegidos que están los chinos ante el tráfico que se hace con sus datos –él los compró en un mercado negro al que hay un acceso bastante fácil– ya no sólo porque no hay leyes que los protejan especialmente sino porque el propio gobierno se encarga de seguir su actividad en línea sin mayor empacho.
Se gastó el equivalente a 725 euros en conseguir los datos de 346.000 personas, lo que son unos 0,002 euros por persona; 5 personas por céntimo.
En Europa estamos más protegidos, pero en un mundo de redes globales quizás esa protección sea insuficiente, en especial cuando muchas veces ni siquiera somos conscientes de aquello a lo que estamos dando consentimiento cuando nos damos de alta en un servicio en línea.