Por @Wicho — 2 de diciembre de 2009

Esta semana el Parlamento Europeo probó el llamado Paquete de Telecomunicaciones un conjunto de normas destinado a unificar el mercado entre los 27 países miembros. Uno de los aspectos que más polémica ha desatado durante su trámite ha sido el de la protección del derecho de los ciudadanos de la UE a disponer de una conexión a Internet y que esta no pueda ser cortada sin que medie una decisión judicial.

El que este derecho no quedara suficientemente protegido hizo que se rechazaran dos versiones anteriores del paquete, y aún la versión aprobada esta semana no queda exenta de polémica, pues, si bien algunos afirman que tal y como está redactado el apartado en cuestión será posible realizar estas desconexiones sin intervención judicial, otros entienden que al hacer referencia a leyes de rango superior —como la Convención Europea de los Derechos Humanos— esto no será posible, extremo que la propia comisaria europea de la Sociedad de la Información, Viviane Reding, se encargó de recordar.

Pero personalmente me preocupa más otro aspecto que ha quedado eclipsado por el de las desconexiones —ya no sé si pensar que como una maniobra de distracción de las operadoras— y que, sin embargo, creo que va a afectar mucho más a nuestro uso cotidiano de Internet.

Se trata de que el Paquete de Telecomunicaciones no protege expresamente lo que se llama la neutralidad de red, que supone que los proveedores de acceso no pueden discriminar ningún tipo de tráfico en función de contenido, sitios y plataformas.

Bajo ella, ningún proveedor debería poder discriminar las páginas de un buscador determinado o de un servicio de alojamiento de vídeos, por ejemplo, en función de ningún tipo de acuerdo comercial o por decisión propia para favorecer otros servicios propios, como por ejemplo están haciendo las operadoras que impiden hacer llamadas de teléfono a través de Internet desde sus teléfonos móviles.

Pero el Paquete de Telecomunicaciones se limita a decir simplemente que las operadoras tendrán que informar claramente de cualquier política de este estilo que estén aplicando, con lo que el único recurso que le queda al usuario contra esto es cambiar de operador, algo que no siempre es posible por motivos técnicos, y que además abre la posibilidad a posibles pactos bajo cuerda entre operadoras para desbancar a otras o dejar de lado ciertos servicios.

Y que nadie me diga que en un mercado libre esas cosas no pasan, porque aún recuerdo perfectamente el día que, buscando un billete de avión, los precios de dos aerolíneas distintas para el mismo trayecto coincidían hasta en los céntimos.

{ Publicado originalmente en La Voz de Galicia, donde colaboramos habitualmente }

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