Por @Alvy — 6 de mayo de 2022

La gente de Wired ha localizado y entrevistado a un tipo llamado Robert Wardhaugh cuya historia de amor / barra / obsesión con Dragones y Mazmorras es tan épica como increíble. Interpretando el papel de Dungeon Master (árbitro del juego o «Amo del calabozo», decimos por aquí) comenzó una partida/campaña hace 40 años, que perdura hasta hoy en día.

Esta titánica tarea implica dedicar interminables horas a escribir y documentar minuciosamente. Porque, además, lo hace con una gran variedad de maquetas, figuritas y elaborados personajes para que tenga un mayor realismo. La llama, apropiadamente, The Game, y sería algo así como la madre de todas las campañas.

El documental hay que verlo para creerlo, aunque por el montaje y por cómo se explica el Wardhaugh –que en el MundoReal™ es profesor de Historia– bien podría tratarse de un sketch de Pantomima Full o del mismísimo Joaquín Reyes. Y es que algunas de las situaciones son un tanto estrambóticas: la zona más importante cada vez que cambia de casa siempre ha sido el sótano, donde prepara los escenarios y se juegan las partidas. Nadie puede tocar las figuritas, que además no pueden entrar en juego hasta que están «convenientemente pintadas» a su gusto. Y cuando alguien comienza a jugar, debe ser consciente que la campaña puede durar mucho tiempo. 20.000 horas calcula que lleva dedicadas a ello.

Ls 40 años transcurridos en el lapso humano desde que todo empezó allá por 1982, cuando D&D era más popular, equivalen a unos 100 años en ese particular mundo de fantasía. La partida transcurre en un lugar parecido a la Tierra, con algunas ciudades y civilizaciones como Atenas o la antigua Roma, con zonas reconocibles y otras fantásticas, llenas de seres imaginarios. Además de los trasgos, orcos, dragones y demogórgones típicos, hay otros que él mismo ha inventado, desde pequeñas hadas a imponentes demonios. La campaña tiene varios arcos argumentales para cada raza y civilización; historias de estrategia militar y también de amor.

TheGameDND

Los terrenos de los escenarios que descansan sobre una gigantesca mesa son modulares, de modo que puede cambiarlos en poco tiempo; incluyen vegetación, árboles, montañas y construcciones. Hay una recopilación en el Instagram de The Game, visualmente documentado. Almacenarlos es una tarea hercúlea. Los jugadores acuden en persona a las partidas, pero el sótano está acondicionado con cámaras y videoconferencia para que también se pueda jugar a distancia.

En la campaña todo es profundo y complejo, pero ágil. Además de las reglas oficiales, hay otras «de la casa», que respetan los más de 500 personajes que han pasado por allí. Eso sí: cuando alguien muere, la palma para siempre. Esto puede significar salir de una partida que ha durado años. «He visto a adultos llorando su pérdida sobre la mesa; es algo normal si estás muy implicado en esto», explica. Y no es baladí, porque si ese jugador no controla más personajes significa que está fuera para siempre. Dice que así el juego tiene más emoción.

La verdad es que abruma un poco ver tanta dedicación y pasión, y no está claro hasta qué punto esa auténtica obsesión puede ser sana o a lo mejor no tanto. Pero a diferencia de la época en la que D&D se consideraba algo sectario, de ocultismo o de frikis trastornados, hoy en día series como Stranger Things han hecho saber al mundo que a lo mejor no es para tanto. En el fondo, cada cual se obsesiona con lo que quiere. ¿No hay acaso coleccionistas de sellos, maquetas de tren o gadgets viejos? Pues aquí lo mismo, pero por el lado fantástico de los juegos.

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