Por @Wicho — 26 de octubre de 2017

Aunque la idea original de las máquinas inútiles –artísticas pero sin valor productivo– es de Bruno Munari la versión que se hizo más popular fue la que fabricó Marvin Minsky, dotada de un brazo que en cuanto accionas el interruptor de encendido sale para volver a accionarlo y así apagar la máquina. Minsky la llamaba la máquina definitiva, aunque el nombre no cuajó.

Claude Shannon hizo también sus propias versiones de esta máquina y cuentan que cuando Arthur C. Clarke vio alguna de ellas dijo que había algo increíblemente siniestro en una máquina diseñada para no hacer nada más que apagarse a sí misma.

La que traemos hoy es una versión avanzada, con varios interruptores que la máquina empieza a accionar de nuevo en el mismo orden en el que los mueve el usuario tras darle un segundo de gracia.

Estas máquinas, según a quien le preguntes, pueden estar pensadas como un ingenioso hackeo ingenieril, una broma, o para dejar claro algún punto filosófico.

A mi, personalmente, me recuerdan mucho el modo de funcionar de muchos grupos humanos. De demasiados grupos humanos.

(Vía Massimo.)

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