Por @Alvy — 31 de julio de 2020

Las máquinas de Rube Goldberg que hacen cosas sencillas de una forma complicada son algo que nos encanta por aquí. Las hemos visto servir como juegos, protagonizar escenas absolutamente inútiles e incluso en anuncios anuncios. Uno de nuestros inventores de estos intrincados mecanismos es Joseph Herscher, que en su canal Joseph’s Machines nos enseña sus trastos cada pocos meses y que más de una vez hemos recomendado por aquí.

Joseph se autocalifica como «creador profesional de máquinas inútiles». El asombro está garantizado con sus trabajos, porque su creatividad es de un nivel poco habitual. Casi todas las máquinas que construye tienen una mínima utilidad pero lo más curioso es que funcionan bien. Es algo así como Simone Giertz, la «reina de los robots inútiles» pero al revés: ella las construye de modo que casi siempre fallan, pero de forma estrambótica y divertida. Las de Joseph funcionan y es en la originalidad de sus componentes en donde está la gracia.

En esta pieza de Great Big Story cuentan algo más sobre estas máquinas y sobre Joseph, además de mostrarnos quién era Rube Goldberg: un caricaturista que también era ingeniero y que popularizó el concepto hacia 1930. Entre otras cosas Joseph dice que en sus creaciones:

  • Suele tardar entre uno y tres meses para crear cada máquina
  • No hace cálculos físicos previos; es todo cuestión de «ir probando»
  • No le gusta que funcionen a la perfección, deben fallar para ser divertidas

Además de eso se puede ver el rodaje de algunos de sus vídeos, una labor bastante profesional para las que utilizan un estudio bien equipado y todo un equipo de gente detrás. Y todo para grabar unos segundos sobre el funcionamiento de un mecanismo que hace algo… trivial, como cortar una tarta, pasar las páginas de un libro o hacer la cama.

Si nunca has construido una máquina de Rube Goldberg te lo recomiendo: una es una actividad más que relajante para entretener el cerebro. De pequeño recuerdo arrasar con los libros de la biblioteca de casa para construir rampas y circuitos por los que dejábamos caer canicas; utilizar cajas, piezas de dominó, gomas elásticas, palos de escobas y cosas por el estilo. Cualquier cosa vale con tal de pasar un rato entretenido. Es una actividad de esas en las que lo divertido es el viaje —la construcción en este caso– más que llegar al final.

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