El rocódromo Brooklyn Boulders se convirtió en un videojuego experimental de escalada artificial con una idea de Randori, una pequeña empresa dedicada a los videojuegos. La idea es sencilla: se proyectan números, pistas y objetivos sobre la pared y los escaladores tienen que irlos alcanzando con las manos en el menor tiempo posible.
Su creador es un mero aficionado a este deporte e intentó asegurarse de que el juego pudiera estar al alcance de los participantes de todos los niveles: hay distintas rutas según la experiencia y dificultad que cada persona pueda superar. El objetivo es tan simple como un videojuego: ir llegando con manos o pies a los números 1, 2, 3… sin seguir una ruta determinada. Para jugar se necesita un proyector y un ordenador portátil en el que corre el software que detecta los movimientos y controla los tiempos.
El vídeo ha sido tan exitoso que muchos aficionados están contactando con él para ver cómo pueden incorporarlo a sus instalaciones. Quien sabe, tal vez del experimento surja el negocio.