Por @Alvy — 27 de abril de 2015

Scrabble game (CC) TheBarrowBoy @ Wikimedia Commons

¿Qué se vería en un escáner cerebral si el sujeto dentro de la máquina se pone a pensar en las letras de su próxima jugada sobre un tablero de Scrabble? El caso es que en Scientific American David Z. Hambrick examinó uno de los juegos de mesa favoritos de todas las épocas y también los factores del funcionamiento del cerebro relacionados con la maestría en el entretenido juego. El artículo completo: Winning Scrabble and the Nature of Expertise.

Para empezar, Hambrick enumera los pasos que debe seguir alguien para convertirse en un gran campeón. Algo tan aparentemente «sencillo» (ejem) como…

  • Memorizar los aproximadamente 200.000 términos del diccionario oficial del juego, aunque no se tenga ni idea de lo que significa cada una.
  • Practicar la combinatoria de las siete letras que se pueden jugar en cada momento formando diversas palabras válidas.
  • Gestionar la mejor estrategia: con cuántas vocales o consonantes quedarse según las diversas fases del juego.
  • Calcular mejores opciones al situar sobre el tablero las palabras, formando palabras con el resto de letras ya jugadas.
  • Dedicar unas 5.000 horas de estudio de todo esto.

De todos estos factores el autor del artículo explica que puede haber una parte innata de habilidades en algunos jugadores pero que el resto hay que practicarlo, y mucho, para dominar el juego: memoria, razonamiento espacial, detección de patrones… Como siempre, lo difícil es saber qué porcentaje supone cada cosa.

La parte innata –que también podría denominarse «genética»– ganó algunos puntos cuando metieron a algunos jugadores expertos en un escáner de resonancia magnética funcional y vieron que al practicar jugadas se «iluminaban» áreas del cerebro que no lo hacían en el caso de otros jugadores o gente que no estaba familiarizada con el juego. Las áreas en cuestión: la capacidad de memoria y de percepción visual.

Otra cuestión mencionada a tener en cuenta es no confundir las correlaciones entre los datos analizados y los resultados. ¿Juegan mejor al Scrabble las personas con cierta capacidad mental específica? ¿O es que ha hecho el Scrabble que desarrollen más esa capacidad? Es el eterno debate entre lo innato y lo adquirido (nature-nurture). Para entenderlo, es más menos como preguntarse si alguien por ser extraordinariamente alto será un buen jugador de baloncesto o si jugar al baloncesto hace «crecer» a gente (!) Bueno, este tipo de situaciones son habituales y los científicos saben tenerlo en cuenta.

Hambrick concluye su artículo con las «malas noticias» de parte de los científicos de la escuela de lo «predominantemente innato / genético»: aunque te esforzaras un montón en cumplir con todos los puntos de la lista si no has nacido con alguna ventaja especial es muy probable que nunca llegues a ser un campeón del Scrabble (o de cualquier otra especialidad, para el caso).

Es duro, pero es así de claro: en ciertos asuntos el dogma de que «puedes conseguir todo lo que te propongas» o «puedes llegar a ser quien quieras si te esfuerzas» es simplemente irrealizable. Mientras tanto, y sin tener que ponerse tan filosóficos, jugar una partida de Scrabble seguirá siendo, para muchos, un divertido y relajado entretenimiento.

{Foto: Scrabble game (CC) TheBarrowBoy @ Wikimedia Commons}

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