Por @Wicho — 6 de abril de 2017

Isaac Asimov en 1965Un tuit de Toni Calvo me ha recordado que hoy se cumplen 25 años de la muerte de Isaac Asimov:

25 años de la muerte de Isaac Asimov. Para quienes escribíamos de ciencia sus libros eran la wikipedia antes de la Wikipedia.

Y es que aunque es muy conocido por sus relatos y novelas de ciencia ficción también fue un gran divulgador científico; de hecho la Wikipedia le atribuye más de 500 volúmenes publicados en 9 de las 10 categorías del Sistema Dewey de clasificación, de ahí la frase de Toni.

Personalmente en los últimos años de su carrera me tenía un poco hasta el gorro con ese empeño de unir a toda costa sus relatos de robots –es famoso también por sus tres leyes de la robótica– con los de la Fundación. Pero guardo muy buen recuerdo de sus libros de Lucky Starr, que de muy niño ayudaron a engancharme a la lectura, y no tengo ningún problema, además en recomendar a cualquiera, sea aficionado a la ciencia ficción o no, la lectura de El hombre bicentenario.

Y en cualquier caso, más allá de su faceta de autor, Asimov representaba una actitud ante el mundo y la vida que admiro. De The roving mind (La mente errabunda en español, descatalogado, por lo que sé):

«¿No crees en platillos voladores?», me preguntan. «¿No crees en la telepatía, en astronautas antiguos, en el triángulo de las Bermudas, en la vida después de la muerte?.» Les respondo que no. No, no, no, no y no de nuevo. Una persona, desesperada por la letanía de negación sin cesar, me preguntó entonces si creía en algo. «Sí», le dije, «Creo en la evidencia. Creo en la observación, las mediciones, el razonamiento y la confirmación por medio de observadores independientes. Creeré en cualquier cosa, sin importar que tan loca o ridícula, si hay evidencia que la soporte. Mientras más loca y más ridícula, eso sí, más firme y sólida tendrá que ser la evidencia.»

Hasta siempre, buen doctor, y gracias.

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