A Higher Call: The Incredible True Story of Heroism and Chivalry during the Second World War por Adam Makos. Edición en tapa blanda.
El 20 de diciembre de 1943 la tripulación del B-17 Ye Olde Pub intentaba regresar a su base tras una misión de bombardeo a la fábrica de Focke-Wulf en Bremen.
Con uno de sus cuatro motores fuera de servicio y otro que apenas daba algo de potencia el Ye Olde Pub se había descolgado del resto de la formación después de soltar las bombas, con lo que se convirtió en una presa fácil para los cazas alemanes, más aún porque sólo tres de las ametralladoras del bombardero funcionaban ya que todas las demás se habían congelado.
Aún así, y gracias a un pilotaje inspirado por parte de Charles «Charlie» Brown, el Ye Olde Pub consiguió sobrevivir a unos diez minutos de ataques continuados por cazas alemanes que probablemente lo dejaron por derribado una vez que entró en picado al fallar el suministro de oxígeno y perder el conocimiento tanto el piloto como el copiloto.
Sin embargo los dos recuperaron la consciencia a tiempo de estabilizar el avión, aunque a muy poca altura ya.
Para entonces el Ye Olde Pub había perdido además la mitad de la potencia de otro de sus motores, con lo que en realidad sólo le quedaba uno funcionando al cien por cien y en total Brown y su copiloto sólo disponían como del 40 por ciento de la potencia total para mantener al avión en vuelo, lo que hacía inviable tan siquiera pensar en recuperar algo de altura.
Además el avión tenía también dañados el sistema eléctrico y el hidráulico, amén de que le faltaba el estabilizador horizontal izquierdo y más o menos la mitad del timón de cola.
En estas condiciones Brown le pidió al navegador que le diera un rumbo lo más directo posible de vuelta a la base, pero con las prisas ninguno de ellos reparó en que ese rumbo los llevaba a pasar sobre una base de la Luftwaffe.
En esta base estaba Franz Stigler, que acababa de rearmar y reabastecer de combustible su Messerschmitt Bf-109, así que al ver pasar por encima al Ye Olde Pub no perdió tiempo en salir en su persecución.
Para Stigler habría sido cuestión de coser y cantar derribarlo, pero según se fue acercando a él primero le extrañó que el artillero de cola no le apuntara con sus dos ametralladoras... Claro que no podía, pues estaba muerto, algo que Stigler pudo comprobar a simple vista según siguió aproximándose al B-17.
El cuadro A Higher Call de John D. Shaw describe el encuentro en vuelo entre Franz Stigler y Charlie Brown - vía Mail Online
Inspeccionándolo más de cerca pudo comprobar el lamentable estado en el que estaba, y según contaría años después, pudo ver además como los miembros de la tripulación, casi todos heridos, se afanaban en atender a sus compañeros lo mejor posible.
Franz Stigler había querido ser piloto desde pequeño, y había conseguido llevar su sueño a cabo volando para Lufthansa, la aerolínea alemana, aunque fue incorporado a la Luftwaffe en cuanto Alemania se involucró en la guerra civil española, primero como piloto de transporte, y luego, ya comenzada la segunda guerra mundial, como instructor de pilotos.
Fue la muerte de su hermano, también piloto de la Luftwaffe, durante la Batalla de Inglaterra, lo que le llevó a solicitar su incorporación como piloto de caza, buscando vengarlo.
Aquel día, cuando se encontró volando al lado del Ye Olde Pub, Franz era un as que contaba ya con 22 derribos en su haber y que con un solo derribo más recibiría la Cruz de Caballero.
Pero algo hizo clic en él y en lugar de abrir fuego contra el B-17 indefenso se colocó a su lado e intentó indicar al piloto que aterrizara para que su tripulación fuera atendida; como Brown no parecía enterarse, intentó luego indicarles la dirección en la que volar hacia Suecia, el territorio neutral más cercano donde de nuevo podrían recibir atención médica.
Finalmente, como eso tampoco dio resultado, decidió seguir volando al lado del B-17 hasta que este estuviera fuera del alcance de las baterías antiaéreas instaladas en la costa, que con toda probabilidad lo habrían derribado de no haber visto un avión alemán volando a su lado al que podían haber alcanzado también.
Stigler aquel día se jugó la vida, pues si alguien desde tierra hubiera reparado en lo que hacía y hubiera informado de ello sin duda se habría visto frente a un pelotón de fusilamiento, así que se tuvo que callar lo que había hecho.
Brown y su tripulación, que regresaron a Inglaterra con vida, por su parte, contaron lo que había pasado al oficial de inteligencia de la base en la que aterrizaron según tuvieron ocasión, pero les ordenaron guardar silencio porque los altos mandos no querían que se corriera la voz de un acto como ese.
Así que durante 40 años Stigler y Brown no supieron más el uno del otro hasta que el segundo decidió que tenía que ver si aquel piloto alemán seguía vivo para darle las gracias por haber salvado su vida y la de su tripulación aquel día y permitirles vivir para sobrevivir a la segunda guerra mundial y formar sus familias.
No fue fácil, pero después de varios años de búsqueda y a través de una asociación de antiguos pilotos los dos pudieron por fin ponerse en contacto y convertirse en amigos hasta el día de su muerte.
Este libro es, pues, una historia de aviación y aviadores, pero es más la historia de como la guerra hizo de Franz Stigler una persona que no quería ser y de cómo consiguió redimirse a si mismo; una historia de como aunque la historia convirtió a dos grupos de hombres en adversarios, eso no los hizo enemigos.
Una historia de como, a veces, incluso en lo peor, merece la pena tener fe en la humanidad.
Un libro de los que te enganchan por las solapas y no puedes dejar hasta el final, y que si no te emociona a ratos es que tienes que hacértelo mirar.