Por @Wicho — 2 de Abril de 2004

BootstrapingBootstrapping: Douglas Engelbart, Coevolution, and the Origins of Personal Computing. Thierry Bardini. Stanford University Press, diciembre de 2000. Inglés.

Si le preguntas a cualquiera al azar quién inventó el ratón para ordenador la mayoría te dirán que Microsoft; bastante menos te dirán que fue Apple, menos aún dirán que fue Xerox en el PARC (Palo Alto Research Center) y prácticamente nadie dará la respuesta correcta, que es que fue inventado por el equipo de Douglas C. Engelbart en el Augmentation Research Center del Stanford Research Institute mientras trabajaban en el desarrollo del NLS (oN-Line System).

Incluso puede que algunos suecos te digan que fue Hakan Lans, pero esa es otra historia.

Engelbart y su equipo también hicieron la «madre de todas las demos» en la Fall Joint Computer Conference de 1968, en la que entre otras cosas enseñaron por primera vez el ratón, enlaces entre documentos (lo que hoy llamamos hipertexto) y colaboración remota entre usuarios.

Con estos antecedentes, me apetecía mucho leer algo sobre Engelbart y su trabajo aparte de la información que había encontrado en la web o las referencias -usualmente a la famosa demo- incluidas en otros libros, así que empecé este libro con muchas ganas.

El problema es que me di de bruces con los tres primeros capítulos que el autor utiliza a modo de introducción para explicar los objetivos de Engelbart y su visión, capítulos que me parecieron excesivamente largos y farragosos -sobre todo el primero, titulado precisamente Introduction-.

No niego el interés de esa información, pero dado el énfasis que pone Bardini en los aspectos sociales del asunto -no en vano es sociólogo- yo habría preferido que ésta apareciera como unos apéndices al final del libro y que el autor hubiera ido más directamente al grano.

Pasados esos tres capítulos el autor se centra más en el trabajo desarrollado por Engelbart y sus colaboradores, cómo fueron probando y desarrollando hardware y software, su éxito en la demo de 1968, que fue su momento cumbre, y el posterior fracaso a la hora de conseguir que sus ideas fueran adoptadas por el resto de las personas que en aquel momento comenzaban a definir lo que sería la informática en el futuro, fracaso que tuvo dos motivos fundamentales.

Por un lado, la visión de Engelbart demostró ser demasiado radical, pues concebía la informática y los ordenadores como herramientas para el aumento de las capacidades de los seres humanos permitiéndoles manipular ideas y símbolos en formas nunca vistas hasta entonces, y estaba dispuesto a obviar la facilidad de uso en aras de esta mejora de capacidades; opinaba que el "trabajador del conocimiento" estaría interesado en invertir las horas que fueran necesarias para adquirir la destreza suficiente con el NLS porque entonces sería capaz de ir sacando cada vez más de si mismo y de su interacción con el sistema, coevolucionando con éste en un proceso de feedback positivo que podría ser definido con el verbo bootstrap -de ahí el título del libro-, aunque Engelbart no llegó a usar tal término en sus escritos:

To promote or develop by initiative or effort with little or no assistance.
Por otra parte, demostró ser bastante malo gestionando personas y grupos de trabajo y no fue capaz o no supo transmitir su visión a sus colaboradores, que en su mayoría terminaron en el PARC de Xerox, dónde terminaron por poner la facilidad de uso como uno de los requisitos fundamentales de cualquier sistema, lo que Engelbart vio como una traición a sus ideales.

Bardini se vuelve a perder un poco en disquisiciones sociológicas en el último capítulo cuando relata las tensiones internas y conflictos que llevaron al fin del ARC a principios de los 70 y termina el libro con una coda en la que repasa como muchas de las ideas de Engelbart están demostrando su vigencia unos treinta años después de que el las propusiera: el uso prácticamente universal del ratón, el enorme hipertexto que es la web, e incluso las ideas más revolucionarias de los diseñadores de interfaces que dicen que hemos de ir más allá de los interfaces gráficos que dominan el mercado en la actualidad y desarrollar nuevos interfaces que aprovechen todos los sentidos del usuario, de tal forma que el propio ordenador se convierta en un medio transparente que desaparezca en la interacción que permite.

Completan el libro un apéndice en el que se citan todas las personas que trabajaron en el laboratorio de Engelbart en el SRI, 26 páginas de notas aclaratorias -odio que coloquen las notas al final de los libros en lugar de a pie de página-, una completa bibliografía y un índice.

Creo que si Engelbart no me interesara tanto probablemente no habría acabado el libro, no porque sea malo, sino porque el enfoque utilizado por el autor no es el que más me interesa; de hecho, me ha llevado bastante más tiempo leerlo del que debería haberme llevado.

En cualquier caso, cubre un hueco importante en la bibliografía sobre la evolución de la informática, así que si te interesa saber más sobre Engelbart, su trabajo y sus ideas, el libro no está tan mal, sobre todo teniendo en cuenta que no hay más, al menos que yo sepa, que se centren en él.

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