Por @Wicho — 13 de abril de 2012

Ayer tuvo lugar la presentación de la editorial Hugin e Munin en La Coruña, y dado que una de las primeras obras que han editado es Cita con Rama en gallego me pidieron que acudiera a la presentación para hablar un poco de la novela y su autor. Esto es lo que escribí para la ocasión, aunque traducido al español, claro.

Cita con Rama en galego

Aunque nací antes de que el hombre llegara a la Luna –y de hecho antes de que existiera Internet– crecí en los 70, en los que se nos prometía todo tipo de maravillas tecnológicas para el año 2000.

Y si bien no guardo ningún recuerdo del programa Apolo, que puso al hombre en la Luna, sí los guardo de los primeros vuelos de los transbordadores espaciales, que poco menos que nos iban a dejar ir a pasar el fin de semana al espacio.

Imagino que eso, unido a una tendencia innata a desmontar todos los juguetes para ver como funcionaban, y una atracción que nunca se me ha pasado por todo lo que vuela, era inevitable que acabara haciéndome aficionado a la ciencia ficción.

Creo que fueron los libros de Lucky Starr de Isaac Asimov, editados por Bruguera en unos delgados libros rojos, los que me engancharon definitivamente, con lo que años más tarde me gastaba todo –o casi todo– mi dinero en la colección Ciencia Ficción de Bolsillo de Ultramar, que me permitió conocer muchos de los grandes clásicos del género, y en la que compré Cita con Rama a finales de los 80.

Así que leer esta nueva edición en gallego fue como encontrarme de nuevo con un viejo amigo.

Y a diferencia de lo que me ocurrió en otras ocasiones, la más notable con Espacio 1999, que compré en DVD hace unos años para preguntarme poco después cómo me podía haber gustado eso –aunque sigo pensando que las Águilas son las mejores naves de la historia de la ciencia ficción– el reencuentro con Rama fue más que agradable.

Además, vi con agrado que uno de los peores errores de la traducción de Ultramar, en el que la traductora decía en una nota de página que biot probablemente venía del término biota, que se refiere al conjunto de seres vivos que viven en un lugar determinado en un momento dado, en lugar de darse cuenta, como a mi me parecía obvio, de que venía de biological robot, robot biológico, no está en esta edición.

En cualquier caso, anécdotas aparte, lo que más me gusta de Cita con Rama es que respeta tanto las leyes de la física –casi por completo– como, sobre todo, la inteligencia del lector.

El respeto a las leyes de la física supongo que es inevitable por el perfil de Clarke, ya que trabajó como técnico en la Real Fuerza Aérea británica en el desarrollo del radar durante la segunda guerra mundial, para obtener después del fin de la guerra una licenciatura en física y matemáticas.

Fue también el primero en sugerir utilizar satélites artificiales en órbita geoestacionaria como relés de telecomunicaciones, algo por lo que años después esa órbita sería bautizada como órbita de Clarke por la Unión Astronómica Internacional.

Escribió también textos técnicos sobre cohetes y la investigación espacial, amén de ser presidente de la Sociedad Interplanetaria Británica durante dos etapas distintas.

Esto probablemente sea también la causa de que los personajes de sus novelas, y Cita con Rama no es una excepción, sean bastante planos, y el motivo por el que su obra es clasificada normalmente dentro del genero de la ciencia ficción dura.

De hecho en Cita con Rama probablemente sea Rama, la nave alienígena de origen desconocido y destino desconocido el personaje más desarrollado de la novela… Y para personajes complejos ya tenemos por ejemplo Dune de Frank Herbert, que tampoco está nada mal por cierto.

En lo que se refiere al argumento de la novela el que la inmensa mayoría de los secretos de Rama queden ocultos me parece estupendo, ya que deja libre mi imaginación; que los tripulantes del Endeavour tengan que arreglárselas con lo que llevan a bordo, lo mismo, y que nunca podamos estar seguros de si Rama es de alguna forma consciente de la presencia del comandante Norton y de su tripulación en su interior, me parece mejor todavía.

Personalmente, prefiero este tipo de historias, en las que no aparecen soluciones milagrosas, con lo que los protagonistas quedan al final con muchas preguntas sin respuesta, que las que nos lo dan todo masticado.

La frase final de Cita con Rama, que no reproduciré aquí, también me parece por cierto genial para dar un último empujón a la imaginación del lector.

Creo, de hecho, que la pérdida de esta disposición a ser exigentes con los lectores es precisamente uno de los grandes problemas actuales del género, y en general de toda la ficción; la necesidad de darle las cosas masticaditas a los lectores baja tanto el nivel de las historias que se cuentan que en muchos casos historias que prometen mucho no quedan en nada.

Lo de infectar la red informática de las naves alienígenas de Independence Day con un virus informático me parece el epítome de este insulto a la inteligencia de los aficionados a la ciencia ficción que citaba antes, por cierto.

Me preocupa mucho también la moda de hacer secuelas, precuelas y entrecuelas que aflige a la ciencia ficción –y a la ficción en general– en los últimos años.

Ganar dinero está bien, pero lo que se ha hecho con las continuaciones de Rama, de Dune, la Trilogía de la Fundación, o de Pórtico de Frederik Pohl, por citar algunos ejemplos sin salir del campo de la literatura de ciencia ficción, y sin mencionar a George Lucas y lo que ha hecho con la Guerra de las Galaxias, me parece lamentable.

Así que en mi opinión hay que alegrarse de la aparición de esta nueva edición de Cita con Rama tanto por la oportunidad que representa para quien no la conozca de tomar contacto con uno de los clásicos de la ciencia ficción como por la que supone para los que ya la conocíamos para leerla y disfrutarla de nuevo.

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