Por @Wicho — 14 de febrero de 2010

Desde hace años tengo la costumbre de, siempre que puedo, leer los libros en su versión original, creo que en especial después de haber leído una desafortunada edición en español de De Pepsi a Apple de John Sculley en el que me llevó unas cuantas páginas descubrir qué demonios era aquello del Prospector* y en el que el tamaño de los diskettes aparecía «traducido» a centímetros en lugar de dejarlo en pulgadas como es habitual.

Pero esto no quiere decir que no aprecie las enormes dificultades con las que se enfrentan los traductores a la hora de hacer su trabajo, por lo que me pareció muy interesante la anotación J. D. Salinger: el turno de los cuentos del Club de traductores literarios de Buenos Aires, en la que se habla precisamente de estas cosas:

«Eran un poco más de las cuatro de la tarde de un veranillo de San Martín.»
It was a little after four o’clock on an Indian Summer afternoon.

Para un lector español o del hemisferio norte puede que esta referencia sea clara, pero yo, que vivo en Argentina, tuve que averiguar qué era eso de «veranillo de San Martín.» El original en inglés dice indian summer (literalmente «verano indio») que es la forma en que se designan esos calorcitos a finales del otoño, el último estertor de sol antes de la llegada del invierno. Ahora bien: El día de San Martín es en noviembre, es decir, un mes antes de terminar el otoño… En el hemisferio norte. La traductora optó por esa expresión que aquí al sur no nos dice nada, y eso nos recuerda el viejo problema de los localismos. Hoy la mayoría de los libros se traducen en España, y nos toca padecerlo a los latinoamericanos (en otras épocas la cosa estuvo más repartida, aunque hubo quien se quejó de que la primera traducción del Ulises de Joyce al castellano, realizada por Salas Subirat en Buenos Aires, contenía demasiados porteñismos o argentinismos). Incluso el diminutivo «veranillo» resulta extraño para nosotros.

*Prospector = Finder… De toda la vida, vamos. No se cómo tardé tanto en darme cuenta.

(Vía El blog de Libros y bitios).

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