La humanidad es tan adaptable, solía decir mi madre. Es realmente sorprendente a lo que se pueden acostumbrar las personas siempre que tengan algunas compensaciones.
Hace unos días me recomendaron encarecidamente El cuento de la criada, tanto la serie como la novela en la que está basada, así que me puse manos a la obra, empezando con el libro.
El cuento de la criada se sitúa en un universo muy parecido al nuestro pero con significantes diferencias. En él un supuesto atentado yihadista a finales del siglo XX que termina con el presidente y con el gobierno sirve como justificación al ejército de los Estados Unidos –y a quienes, en la sombra, han orquestado todo– para suspender la constitución e implantar un régimen teocrático en el que la mayoría de las libertades quedan abolidas y la disensión no sólo no es permitida sino que es perseguida.
Los Estados Unidos pasan así a ser la república de Gilead, que está en guerra con grupos rebeldes, y donde se persigue a aquellos que profesan una religión distinta a su puritanismo extremo, a los gays, y a cualquiera que pueda ser una amenaza, real o imaginada, para el régimen. Todo el mundo sospecha de todo el mundo, y nunca sabes cuando alguien puede ser un agente encubierto que te puede denunciar. Las ejecuciones públicas y la exhibición de los cadáveres de los ajusticiados como ejemplo están a la orden del día.
Pero quienes se llevan la peor parte son las mujeres, que bajo el nuevo régimen machista y misógino se ven convertidas, literalmente, en objetos propiedad de los hombres, divididas en un sistema de castas.
Así, en la república de Gilead las mujeres pasan a ser esposas, econoesposas, Martas o criadas. Las esposas son aquellas que le son adjudicadas los altos cargos del régimen y a los hombres más ricos. Estos hombres cuentan también en sus casas con otras mujeres conocidas como Martas, que están para llevar a cabo las tareas domésticas. Las econoesposas son las de aquellos hombres con menos medios o autoridad, que juntan en una persona el papel de esposa y de empleada doméstica.
Aunque entre las mujeres las criadas son las que lo llevan peor, pues ante un serio problema de natalidad que desde hace años está afectando al país, que ve cómo su población se reduce por la falta de nacimientos, el gobierno de Gilead las convierte en vientres de alquiler forzosos. Las criadas son aquellas mujeres casadas más de una vez, mujeres que forman parte de una pareja de hecho, lesbianas, o aquellas que tengan algún tipo de conducta que el régimen considere moralmente reprobable.
La protagonista de la novela, de la que nunca llegamos a conocer el nombre verdadero, y que sólo conocemos como Offred, of Fred, de Fred, pues las criadas pierden su nombre propio y sólo se les conoce por el de su dueño, es una de estas mujeres. Casada con un hombre divorciado, es obligada a convertirse en una criada tras ser separada de su marido y de su hija y tras ser adoctrinada en una especie de reformatorio.
Descrita a través de las memorias de Offred vemos que la vida de las criadas consiste básicamente en estar encerradas en las casas de sus señores –aunque salen para ir a hacer la compra, siempre en parejas– y esperar a la ceremonia, un acto mensual que coincide con sus días de mayor fertilidad, en la que son violadas por el señor en presencia de la esposa y del resto del personal de la casa con el objetivo de que puedan concebir un hijo para ellos.
Publicada en 1985, es estremecedor leer El cuento de la criada treinta años después y ver como muchas de las actitudes que aparecen en ella –aunque llevadas al extremo– vuelven a estar cobrando pujanza en el mundo en el que vivimos; da miedo ver como te puedes imaginar perfectamente a muchos políticos en activo abrazando ideas no muy diferentes a esas. Es muy recomendable leerla para no olvidar lo que puede pasar cuando las posiciones extremas se van colando poco a poco en nuestras vidas.
Toca ahora ver la serie que la adapta, muy recomendada también por todo el mundo.
(Gracias, Mariola).