Por @Alvy — 12 de Mayo de 2005

El gen egoísta / 40 aniv

P: Si pudieras ser un animal, ¿qué animal serías?
R: Ya eres un animal.
(Douglas Coupland, Microsiervos)

El Gen Egoísta: Las bases biológicas de nuestra conducta. Richard Dawkins. Salvat Ciencia. 1976, 1989. ISBN: 8434501783. Español. Título Original (inglés): The Selfish Gene. 408 páginas. Entradas en la Wikipedia: El Gen Egoísta, The Selfish Gene, Richard Dawkins.

Somos máquinas de supervivencia, autómatas programados a ciegas con el fin de perpetuar la existencia de los egoístas genes que albergamos en nuestras células.

Así de rotundo es el comienzo del libro en el que el etólogo Richard Dawkins popularizó la teoría de que los genes son las verdaderas «unidades» centrales de la evolución, en vez de los individuos como los animales o las plantas. De esto hace ya casi treinta años, pues el libro se publicó en 1976.

Según Dawkins, los genes primigenios nos crearon a las personas y los animales, quienes somos en realidad meras «máquinas de transmisión». Como máquinas podemos funcionar mejor o peor en nuestro entorno y de este modo continuar la cadena (garantizar la supervivencia y reproducción de los genes) a lo largo del tiempo, o perecer en una selección evolutiva. En su momento fue una forma de ver las cosas al revés sobre muchas ideas tradicionales sobre la evolución centrada en los individuos o las especies (por no hablar respecto a las ideas religiosas al respecto), pero actualmente hay cierto consenso en la comunidad científica sobre que esta idea es la que probablemente más se acerca a la realidad.

Una gallina es, simplemente, el método que usan los huevos para hacer más huevos

El libro comienza con unos cuantos capítulos dedicados a explicar cómo funcionan los distintos tipos de reproducción, los genes como unidad de «replicadores» y la teoría de la evolución de Charles Darwin. También hay muchas explicaciones con ejemplos del mundo animal sobre cómo la selección natural actúa en los seres vivos, y cómo puede reinterpretarse dicha selección desde el punto de vista del gen en vez de hacerlo desde el del individuo.

Cuestiones como las batallas entre generaciones, sexos o la cooperación entre animales se explican a fondo y con todo tipo de interesantes situaciones reales que pueden maravillar al lector, provinientes de zoólogos anteriores a Dawkins. Pero, aunque entretenida, esta no es nada más que una mera introducción a lo mejor que ofrece el libro, que mejora a medida que avanza hacia un espectacular final.

Los capítulos más interesantes de El Gen Egoísta son, tal vez, los que se añadieron en la edición revisada de 1989, después de que Dawkins escribiera otros libros como El fenotipo extendido o El Relojero Ciego. En ellos se introducen conceptos de la teoría de juegos, en especial el Dilema del Prisionero, para explicar las estrategias de cooperación entre seres vivos o, en este caso, los replicadores que los «manipulan» para su interés.

A ese genial capítulo (con muchas referencias informáticas, por cierto) le sigue el dedicado a los memes, los «nuevos replicadores», donde Dawkins inventa e introduce el concepto de meme: un replicador que no es un ser vivo, sino una información cultural que se replica y transmite: una canción, una frase, un chiste, una moda, la fe o la idea de Dios serían algunos ejemplos.

Dawkins propone que su comportamiento es similar, por no decir igual, al de los genes en un entorno evolutivo darwinista. El propio concepto de meme ha sido un meme poderoso que se ha difundido hasta la saciedad durante las últimas décadas en los más diversos terrenos como la sociología y el márketing - tanto que casi se ha vulgarizado, pese a su intrínseca belleza.

Finalmente, los últimos capítulos introducen algunos conceptos más también muy interesantes, en especial sobre los seres humanos y su entorno cultural. La Cultura es sin duda lo más asombroso de los seres humanos respecto al resto de los animales. Algunos ejemplos de Dawkins sobre comportamientos en situaciones límite, como las guerras y sus demostraciones de fuerza son impactantes.

Igualmente, se desarrolla al final del libro la idea del fenotipo extendido: el aspecto y constitución de un ser vivo, pero también el entorno al que dicho ser vivo afecta. Los castores crean presas que se extienden cientos de metros en los lagos, que en realidad habrían sido creadas no por el castor (la máquina), sino por los genes del castor (que aprendieron a construir presas para reproducirse mejor, de forma evolutiva). A los humanos nos asombraría sobremanera que los delfines construyeran redes de pesca cuidadosamente tejidas de cientos de metros para capturar a otros peces - pero eso es exactamente lo que hacen las arañas para alimentarse - aunque, como son insectos, no valoramos del mismo modo su hazaña. Pero son también los genes de la «máquina araña» los que crean esas proezas de ingeniería. Los seres humanos no somos muy distintos: somos máquinas realmente prodigiosas y tenemos la Cultura, pero no dejamos de ser más que máquinas de reproducción para nuestros genes, quienes nos construyen par replicarse siguiendo las leyes de selección natural.

El resumen final de Dawkins, ocupa un par de páginas y podría abreviarse en algo así:

La unidad fundamental, el primer impulsor de la vida, es el replicador. Un replicador es cualquier cosa del universo que hace copias. Los replicadores se generan, en primer lugar, por casualidad (...) Si embargo, ningún proceso de copia es perfecto y la población acabará conteniendo algunas variedades que difieren entre sí (...) se encontrarán en posesión de nuevos trucos: se han vuelto mejores autorreplicadores que sus antecesores y contemporáneos. Son sus descendientes quienes dominarán la población (...) Los replicadores no sólo sobreviven en virtud de sus propiedades intrínsecas sino también por sus consecuencias en el mundo. Estas pueden ser bastante directas (...) En cierto punto de la evolución de la vida en nuestro planeta, esta conspiración de replicadores mutuamente compatibles comenzó a formalizarse en la creación de vehículos discretos: células y más tarde, cuerpos pluricelulares. Este empaquetamiento de materia viva en vehículos discretos se convirtió en una característica tan destaca y dominante que, cuando los biólogos aparecieron en escena y comenzaron a plantear cuestiones acerca de la vida, sus preguntas se centraron en la mayoría de los casos en los vehículos, en los organismos individuales (...) Requiere un deliberado esfuerzo mental volver a poner las cosas en orden en biología y recordar que los replicadores fueron los primeros, en importancia y en la historia.

En su día el libro de Dawkins resultó muy polémico tanto fuera de la comunidad científica como dentro de ella, pero hoy es ampliamente aceptado. Fuera de ella fue y es tremendamente criticada, pues incluso en los albores del siglo XXI hay quien todavía discute la evolución frente al Diseño Inteligente. Naturalmente, mucha gente no entendió las teorías de Dawkins y dieron lugar a muchas interpretaciones, del mismo modo que existen muchas interpretaciones de la teoría de la evolución de Darwin.

El Gen Egoísta ha sido desde siempre uno de mis libros favoritos. Tuve la suerte de que la primera versión que leí hace ya muchos años fuera la segunda edición en inglés (de 1989) donde ya aparecían los conceptos de meme y las impecables explicaciones sobre teoría de juegos y cooperación (que ya había leído en el excelente Prisoner's Dilemma de William Poundstone) y que por ahí consiguió cautivarme. La vehemencia en la exposición de algo radicalmente distinto a lo establecido («no le des más vueltas: las personas somos máquinas, los que mandan son esos pequeños genes») me impactó profundamente y dio lugar a largas charlas y meditaciones al respecto. También los otros libros de Richard Dawkins son excepcionales, incluso más divulgativos si cabe. Con el tiempo, al releer este libro, los primeros capítulos me han parecido, si bien necesarios, algo decorativos y demasiado académicos. Pero me siguen pareciendo igual de impresionantes y poderosas los capítulos e ideas finales, aunque por alguna razón suenan menos «revolucionarias», tal vez porque ya han sido perfectamente asimiladas por (casi) todo el mundo en las últimas décadas.

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