Por Nacho Palou — 6 de julio de 2016

Elon Musk, el empresario que anticipa el futuroElon Musk es uno de los tipos más admirados y de los más odiados de nuestro tiempo. Incluso es odiado y admirado por las mismas personas, a la vez. Es un tipo complejo y difícil y él lo sabe. Pero a Musk le preocupa más «hacer cosas».

Se ha casado tres veces, dos con la misma mujer. Y se ha divorciado otras tantas veces. Ha convertido empresas poco o nada ambiciosas, como lo era Tesla Motors, en referencias y en máquinas de provocar terremotos en industrias tan aparentemente inamovibles como lo eran la automoción (Tesla), la energía (SolarCity) o la exploración espacial (SpaceX).

Elon Musk te podrá gustar más o menos, pero su historia da para escribir un libro. Y eso es lo que ha hecho Ashlee Vance con Elon Musk, el empresario que anticipa el futuro (Ediciones Península, 2016).

Durante mucho tiempo Elon rechazó colaborar con Ashlee para que éste pudiera incorporar en su libro el punto de vista del empresario-ingeniero. Afortunadamente, al final el escritor consiguió que Musk participase —en la que al parecer fue una dura contienda entre dos auténticos cabezotas— y las aportaciones de Elon, sin ser excesivas, realmente proporcionan a la narrativa una dimensión única que de otro modo no habría sido posible incorporar.

Lo anterior no significa que ésta sea una biografía acordada ni supervisada por Elon. Ashlee Vance lo deja bien claro. De hecho, dado su carácter, explica Ashlee, el escritor tuvo que limitar la participación de Musk: «conociendo su minuciosidad, Elon habría matizado cada pasaje de tal modo que sus notas a pie de página habrían ocupado varías veces más que todo el libro».

El libro recoge la historia de Musk desde su infancia en Sudáfrica hasta hace unos meses, como quien dice. Hace especial hincapié en dos de sus empresas, Tesla y Space X. Especialmente en SpaceX. «SpaceX es Musk», una compañía privada capaz de competir con países enteros. Y sobre todo con el potencial de «devolver a EE UU su capacidad de llevar personas al espacio», que no es poca cosa: «los empleados de SpaceX temen a Musk. Adoran a Musk. Entregan sus vidas a Musk. Y, habitualmente, hacen todo eso a la vez.»

Criticado en numerosas ocasiones por sus metas —todo SpaceX se basa en la promesa de llevar seres humanos a Marte— Musk defiende que sus metas no son imposibles. «Las metas imposibles son desmoralizadoras». En cambio sí admite que los plazos que se marca son en general demasiado «optimistas».

Esto supone que la historia de SpaceX como la de Tesla (ambas empresas, como PayPal, existían antes de la llegada de Musk) están por tanto plagadas de plazos imposibles de cumplir, de retrasos —de varios años, tanto para poner un coche en la calle como para lanzar un cohete—, de angustias y de decepciones. También de episodios de todo tipo —desde admirables a reprochables— que quedan recogidos en el libro, algunos narrados por el propio Musk.

No hace tanto que esos plazos «demasiado optimistas» llevaron a Musk a la quiebra técnica en más de una ocasión y lo convirtieron en el blanco de comentarios jocosos y despectivos por parte de inversores, empresarios y medios. Hoy es Elon Musk quien se ríe.

La historia de Elon Musk tiene que ver, más que con ninguna otra cosa, con perseguir los sueños de infancia con la determinación y con la ingenuidad de un niño. Así que no te extrañe si cuando termines de leer Elon Musk, el empresario que anticipa el futuro sientes la necesidad de construir un cohete.

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