Faster Than the Speed of Light: The Story of a Scientific Speculation. Joao Magueijo. 2003. 280 páginas. Inglés.
Pedí este libro al ver una referencia de pasada que resultaba tan intrigante como interesante, pero la obra me ha resultado muy desigual. El transfondo es una teoría del autor, llamada VSL (Velocidad de la Luz Variable) que explicaría algunas cuestiones físicas y cosmológicas de una manera algo diferente a lo que estamos acostumbrados a leer. Naturalmente, hacer que c, la velocidad de la luz en el vacío, sea variable, o que haya cambiado con el paso del tiempo desde el origen del Universo es considerado una herejía de gran calibre, dado que la constancia de la velocidad lumínica es una de las bases de la Física moderna y de todos los trabajos de Einstein (aunque en el libro se dice que en alguna ocasión él mismo se planteó la idea de su variabilidad, que rápidamente descartó).
Volviendo al libro, la primera parte es ciertamente estupenda, pues hace un repaso muy divulgativo y fácil de entender de la historia de los descubrimientos de Einstein, centrándose especialmente en la Teoría de la Relatividad Especial y el por qué de cada uno de ellos, su relevancia en la Física actual (sobre todo la Relatividad general) y también qué errores cometió y tuvo que reconocer con el paso del tiempo.
La segunda parte, en cambio, es un insufrible relato en el que el autor cuenta el devenir diario de su especulativa teoría VSL durante varios años, sin dejar de quejarse a cada paso del funcionamiento del establishment científico actual, de lo difícil que resulta el arbitraje y la publicación de trabajos en lugares de referencia y de otras penurias diversas, aderezadas con insultos y salidas de tono, hasta el punto de convertirse en algo repelente e incluso diría que desagradable, especialmente por la falta de respeto que demuestra ante sus colegas.
Lo peor es que, durante el camino, se olvida de lo importante: contar de forma divulgativa en qué consiste su teoría. Apenas hay detalles, escasamente alguna fórmula, e ignora hablar sobre qué supondría si fuera correcta en los más relevantes aspectos de la física y la cosmología modernas. ¿Cuál sería el tamaño del Universo? ¿Su edad? ¿Podemos hacer experimentos para confirmar la teoría? Mirando por ahí apenas encontré mucho más al respecto: el trabajo original de 1999, A time varying speed of light as a solution to cosmological puzzles, la ficha de João Magueijo en la Wikipedia y poco más. Lo cual parece indicar que estas extravagantes teorías -pues de la original surgieron algunas variantes- donde la luz no tiene una velocidad constante, no han llegado muy lejos realmente, y que lo que planteó Einstein seguirá teniendo validez, al menos durante otra temporada.
Actualización (5 de octubre de 2008): Pepe me envió una interesante aportación que proviene del libro Lucha, de Emmanuel Lasker, el campeón de Ajedrez y gran amigo de Einstein. En la traducción al castellano se incluye lo que llaman El diagnóstico de Einstein, un breve escrito del mismo Einstein. De ese breve comentario, dos párrafos grandes están dedicados precisamente al hecho de que Lasker dudaba de la constancia de la velocidad de la luz. En palabras de Einstein,
La mente aguda y analítica [Lasker] había comprendido inmediatamente que la piedra angular de toda la Teoría de la Relatividad está representada por la constancia de la velocidad de la luz en el vacío. Lasker había visto claramente que una vez aceptado el postulado de la constancia de la velocidad de la luz, la relatividad del tiempo se convierte en indiscutible, y eso no encajaba con su carácter. ¿Qué hacer entonces? Él intentó imitar el ejemplo de Alejandro Magno cuando cortó el nudo gordiano. Queriendo cercenar el problema de la Relatividad, Lasker formuló la siguiente idea:
«Nadie dispone de información directa sobre la velocidad de la luz en el vacío. Aunque el espacio interestelar contiene una cantidad, por mínima que sea, de materia y lo mismo vale para el vacío que los hombres intentan producir, según su propia capacidad, mediante el bombeo del aire. ¿Quién puede negar que en el espacio absolutamente vacío la velocidad de la luz puede ser infinita?»
A esta conclusión se puede responder así: Es completamente cierto que nadie dispone de informaciones experimentales directas sobre el modo en que la luz se propaga en el vacío absoluto. Pero también es cierto, por otro lado, que no es posible construir una teoría racional sobre la luz que admita que la presencia en el espacio de una mínima cantidad de materia, influya de manera significativa sobre la velocidad de propagación de la luz. Hasta que no haya sido formulada tal teoría con arreglo a las observaciones de los fenómenos de óptica en el espacio casi absoluto, ningún físico aceptará tal forma de desatar el nudo gordiano y esperará a que se halle el verdadero procedimiento.
¿La moraleja? Una mente poderosa no puede evitar los refranes magistrales.