Harrier 809: Britain’s Legendary Jump Jet and the Untold Story of the Falklands War. Por Rowland White. Transworld Digital (15 de octubre de 2020). 484 páginas. Inglés.
Cuando las fuerzas armadas argentinas ocuparon las Islas Malvinas en abril de 1982 por decisión de Junta Militar de Argentina las fuerzas armadas británicas se encontraron con dos problemas principales.
Por un lado, tuvieron que planear –y más tarde ejecutar– una operación a 13.000 kilómetros de su país, lo que es complicadísimo desde el punto de vista logístico.
Por otro, era un tipo de conflicto para el que no estaban preparadas en absoluto. Y es que, en el marco de la crisis económica en la que estaba el país, el gobierno había decidido recortar drásticamente los gastos en defensa. Y eso incluyó preparar –recortar– la Marina para lo que se preveía que podía ser su futuro: conflictos no demasiado lejos de las islas y siempre en el marco de operaciones de la OTAN. Por eso apenas contaban con dos portaaviones –la venta del HMS Invincible a Australia ya había sido apalabrada– y ningún tipo de aeronave de alerta temprana para proteger el grupo de batalla, lo que pagaron caro como evidencia la cantidad de embarcaciones dañadas y hundidas durante el conflicto; por eso apenas contaban con 20 Sea Harrier para interceptar ataques por parte de la Fuerza Aérea o de la Aviación Naval argentinas, y eso que «requisaron» algunos de los del 899 Escuadrón de entrenamiento.
Este libro se centra el la historia de cómo el capitán de corbeta (creo, no tengo claro del todo cómo se traducen los grados) Tim Gedge tuvo que apañárselas para reactivar con toda la prisa del mundo el Escuadrón Aéreo Naval 809 con algunos Sea Harrier –al final fueron ocho– y pilotos más para complementar los desplegados con los Escuadrón Aéreo Naval 800 y 801 ante posibles pérdidas. Y no fue nada fácil: el Sea Harrier era una variante del Harrier que llevaba relativamente poco tiempo en producción y no había ni aviones ni pilotos. De hecho hubo que entrenar rápidamente a pilotos de la Real Fuerza Aérea (RAF) para que operaran desde los portaaviones de la Armada con sus Harrier «terrestres».
No sé si realmente cuenta «la historia no contada de la guerra de las Malvinas», como dice el título. Pero engancha. Y creo que sí cuenta la historia de cómo el Harrier demostró su valía más allá de ser un avión espectacular para festivales aéreos, que era un poco de lo que se le acusaba en algunos círculos. Si no llega a ser por él el conflicto bien podía haber terminado con una victoria argentina. O, como poco, haber durado más y costado aún más vidas y pérdidas materiales. E incluye algunos detalles espeluznantes como que alguno de los Sea Harrier, por las prisas, no tenían montado el receptor de alerta radar (RWR por sus siglas en inglés), lo que le costó la vida al menos al teniente Nick Taylor, cuyo Sea Harrier fue derribado por fuego antiaéreo.
También me parece importante destacar que, a pesar de que el autor es inglés, trata con sumo respeto el increíble trabajo que los pilotos argentinos y su personal de apoyo llevaron a cabo durante el conflicto.
En fin, un libro muy recomendable para quienes, como yo, eres de la rama del aerotrastorno.
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