Por @Wicho — 10 de abril de 2023

Portada del libro en cuya parte inferior se ven unos cuantos edificios entre la niebla desde un punto de vista elevado mientras al fondo se ve un tsunami que se abalanza sobre ellosHistoria del futuro: Utopías y distopías después de la pandemia. Por Pablo Francescutti. Editorial Comares (28 de diciembre de 2021). 198 páginas.

Desde unas fracciones infinitesimales de segundo después del Big Bang –la ciencia no es capaz de asegurar lo que pasó antes– el universo y, por ende, todo lo que contiene avanzan hacia el futuro a una velocidad constante de un segundo cada segundo, efectos relativísticos aparte.

Pero según se nos cuenta al principio de este libro nuestra especie no parece haber aprendido a pensar en el futuro hasta hace unos 8.000 años. El otro día si tenemos en cuenta que a nuestros antepasados más remotos se les atribuyen unos 315.000 años. El otro día por la tarde si nos quedamos con la cifra de unos 160.000 años que se atribuye a la aparición de la modernidad conductual.

Antes, nos limitábamos al día a día, a las necesidades más inmediatas. Pero a partir de entonces fuimos capaces de pensar en lo que puede pasar no sólo mañana sino semanas, meses, o años después. Incluso de pensar más allá de nuestra propia muerte. Y no en el sentido de una vida en el más allá sino de lo que puede suceder en el «más acá» cuando ya no estemos.

Aunque nuestro conocimiento del mundo tardó aún varios miles de años en ser lo suficientemente firme como para poder empezar a pensar en el futuro apoyándonos en la ciencia, algo que se puede datar en el siglo XVII. Antes recurríamos a augures, profetas, y, por supuesto a lo que nos decía la religión.

Sólo que el contar con el apoyo de la ciencia tampoco nos aseguró nada, como sabemos a ciencia cierta por la cantidad de predicciones fallidas que ha habido en todos los campos. Ni el big data ni la inteligencia artificial -entre otras herramientas– son la panacea. Por mucho que se pueda argumentar que al menos así acertamos más que interpretando las tripas de algún pobre animal o los posos del café.

Pablo hace en este libro –actualizado post-pandemia– un interesante viaje del pasado al presente que habla precisamente de cómo descubrimos que existía el futuro y de qué herramientas nos hemos dotado para pensar y, quizás influir en él. Con no pocas referencias a la ciencia ficción, uno de mis géneros favoritos que no sólo sirve para pensar sobre lo que es ser humano sino también sobre los posibles futuros que vienen y si podemos o queremos hacer algo al respecto.

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