Por @Wicho — 14 de agosto de 2018

Cubierta de la edición en inglés de El hombre ilustrado

Una tarde de septiembre, justo cuando acaba de cenar y se dispone a leer un rato, el narrador de este libro, que está dedicando un par de semanas a recorrer Wisconsin a pie, conoce a otro caminante. Le ofrece algo de la comida que le ha sobrado y comienzan a hablar. El recién llegado pronto le revela que lleva camisa de manga larga y con el cuello abrochado para ocultar 18 ilustraciones –que no tatuajes– que cubren su torso y sus brazos y que llevan años torturándolo…

Porque son ilustraciones que cuentan otras tantas historias del futuro, ilustraciones hechas por una mujer que El hombre ilustrado insiste en que vino del futuro, mujer que dice que lleva años buscando con el único objetivo de poder matarla por haber cubierto su piel con esas ilustraciones.

Las dieciocho historias que forman este libro, todas menos una publicadas ya con anterioridad, aunque los textos de algunas de ellas fueron revisados por Bradbury para su inclusión en el libro, hablan en realidad del ser humano y de su relación con lo desconocido, con lo que le es nuevo, con lo que le da miedo, o cualquier combinación de las tres cosas; también hablan en algunos casos de la reacción de los seres humanos a situaciones extremas y de cómo se comportan en ellas, de cómo somos los humanos. De la ficha de Amazon:

«La pradera», donde unos niños llegan un juego de realidad virtual más allá de sus límites. O en «Calidoscopio», el sobrecogedor relato de un astronauta que se dispone a reentrar en la atmósfera terrestre sin la protección de una nave espacial. O en «La hora cero», en el que los invasores extraterrestres han encontrado unos aliados lógicos y sorprendentes: los niños humanos–

Hay dos peculiaridades en las historias que en 2018 nos chocan. Por un lado está la visión que tiene Bradbury de Marte y Venus: los dos con atmósfera, seco y pero habitable el primero, cubierto bajo una lluvia prácticamente eterna pero también habitable, más o menos, el segundo… pero es que en la década de los 40 –el libro es de 1951– así creíamos que eran. Por otro es el papel absolutamente secundario de las mujeres en los relatos en los que aparecen como amas de casa y poco más, algo que hoy en día –afortunadamente– chirría pero que en su momento seguro que no provocó ninguna reacción.

Pero son historias de esas que hacen pensar, no siempre con finales sencillos ni bonitos, muy al estilo de sus Crónicas marcianas. Y por 7,5 euros en Amazon bien merecen la pena como lectura para una tarde. Por cierto que he usado la ilustración de la portada de la versión Kindle en inglés, mucho más adecuada, versión que sale en 3 euros, lo que la hace aún más recomendable.

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