A finales de diciembre de 1962 los únicos seres humanos que quedan con vida sobre la Tierra son aquellos que viven en las zonas más al sur de África, Australia y Sudamérica. Esto es debido a la contaminación radiactiva producida por una guerra nuclear entre países y bloques del hemisferio norte en la que se detonaron cerca de 5.000 bombas atómicas, muchas de ellas de cobalto, diseñadas precisamente para producir la mayor contaminación nuclear posible.
La circulación atmosférica está llevando de forma inexorable la contaminación del hemisferio norte al hemisferio sur de tal forma que cada día va alcanzando latitudes más al sur. Los científicos calculan que la radiación alcanzará niveles letales en el sur de Australia alrededor de septiembre de 1963.
On the Beach, en español La hora final, cuenta la historia de esos nueve meses fundamentalmente a través de las vivencias de Dwight Towers, capitán del submarino nuclear estadounidense USS Scorpion, refugiado en Australia tras la guerra; de Peter Holmes, un teniente coronel de la marina australiana que es el enlace de Towers; de Mary, la mujer de Holmes; y de Moira Davidson, una amiga de los Holmes que inicia una relación con Towers.
Todo el mundo es consciente de que no les quedan más que unos nueve meses de vida y de que tampoco tiene mucho sentido intentar huir hacia el sur, porque tarde o temprano la radiación los alcanzará, así que cada uno se enfrenta a ello como puede. Towers y Holmes tienen la ventaja de que aún están en activo, así que en cumplimiento de las misiones que se le encomiendan al Scorpion pueden ir enmascarando sus emociones. Pero Towers, cuando tiene un rato para pensar sobre ello, actúa como si su mujer y sus hijos siguieran vivos, pensando en volver a ellos en cuanto termine su misión. Holmes, por su parte, es mucho más práctico, pero tiene que lidiar con Mary, su mujer, que está en estado de negación acerca de todo y no deja de hacer planes a largo plazo para ellos dos y su bebé. Moira intenta disfrutar todo lo que puede de la vida mientras se va dando a la bebida. Mientras tanto, la sociedad se va desmoronando a su alrededor, más rápido cuanto más se acerca septiembre.
Este libro, publicado en 1957, habla de un Apocalipsis nuclear bajo cuya amenaza real vivía la humanidad en la época. Es un libro duro, sin concesiones, en el que el autor no da esperanzas en ningún momento y que aún hoy da miedo porque por muchos tratados de reducción del número de armas nucleares que se hayan firmado desde entonces aún hay más que suficientes como para hacernos mucho daño. Y conviene recordar que no es la primera vez que casi comienza un conflicto nuclear por accidente, por no hablar del clima de tensión que se vive entre algunos países dotados de armas nucleares a causa las personalidades de sus dirigentes.
En español está descatalogado y sólo se encuentra de segunda mano; en inglés está disponible sin problemas en formato Kindle. Si puedes hacerte con él merece mucho la pena leerlo.
Hay una película de 1959 basada en la novela protagonizada por Gregory Peck, Ava Gardner, Anthony Perkins y Fred Astaire que es bastante fiel al libro y que en su momento se estrenó de forma simultánea en todo el mundo con la presencia de autoridades incluidos reyes, primeros ministros y parte de la familia imperial japonesa.
Eso sí, el final es algo más edulcorado –pero no por ello menos desolador– que el de la novela. Y hay diferencias fundamentales en lo que se refiere a la relación entre Dwight Towers y Moira que en su momento hicieron que Nevil Shute, el autor de la novela, renegara de la película. Aún así también merece la pena verla. Del remake de 2000, ni idea.
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Un detalle que hace el libro un poco más macabro todavía es que aunque el autor no podía saberlo –ni nunca llegó a saberlo porque falleció antes– el USS Scorpion, que existió en el MundoReal™, se perdió el 22 de mayo de 1968 con los 99 miembros de su tripulación a bordo. Fue el segundo y último submarino nuclear perdido por la armada de los Estados Unidos después del USS Thresher, que se hundió el 10 de abril de 1963.
Aunque sus restos fueron encontrados a finales de octubre de 1968 a unos 740 kilómetros al suroeste de las Azores a algo más de 3.000 metros de profundidad nunca se pudo determinar con certeza la causa de su hundimiento.
1968 fue, de hecho, un mal año para los submarinos, pues aparte del Scorpion se perdieron el INS Dakar israelí, el Minerve –ambos con sólo un par de días de diferencia– y el K-129 soviético. El motivo de sus pérdidas tampoco pudo ser determinado y, de hecho, hasta la fecha los restos del Minerve tan siquiera han podido ser localizados, aún a pesar de que el último contacto con hubo con él lo situaba a aproximadamente una hora de atracar en su puerto base de Toulon.
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