Por @Wicho — 3 de noviembre de 2023

Portada del libro con un fragmento de un mapa y elementos de distintos mapasLa huella de los mapas: Cartografías de lo humano. Por Kevin R. Wittmann. GeoPlaneta (27 de septiembre de 2023). 368 páginas.

Estoy razonablemente seguro de que cuando has leído la palabra mapas en el título de esta anotación has pensado en esas imágenes en papel que representan una zona geográfica. O puede que, a estas alturas, en su equivalente en la pantalla de cualquiera de tus gadgets. A mí me pasaba lo mismo hasta leer este libro.

Pero, como dice Carla Lois en el prólogo, en él he descubierto que los mapas son mucho más que eso y que también los hay «tallados en madera, esculpidos en metal, hechos de cañitas de bambú, dibujados sobre la arena, pintados sobre pergaminos, tatuados en la piel, bocetados en la pizarra de un aula escolar, instalados en las paredes de la vía pública, armados en cabellos trenzados…» por citar sólo algunos de los soportes en los que te los encontrarás descritos.

Además, desde sus representaciones más antiguas sobre la cara de una piedra o las paredes de una cueva hasta esas pantallas que hoy nos acompañan a todas partes, forman parte de nuestra sociedad y de nuestra forma de ser; representan mucho más de lo que puede parecer a simple vista.

De hecho durante mucho tiempo fueron considerados y atesorados como obras de arte, y prácticamente durante toda su historia han estado asociados al arte, igual que siguen estándolo hoy en día, yendo mucho más allá de su mero uso como guías para no perdernos en el mundo y convirtiéndose en soporte de ideas sobre nuestra sociedad y nuestra especie.

Aprenderás también que eso de poner el norte en la parte superior es una modernidad y, por si no lo tienes claro, que no sólo representan viajes físicos sino también, en ocasiones, espirituales. Por no hablar de los viajes por nuestra imaginación que suponen mapas como el que da razón de ser a La isla del tesoro.

En fin, que me ha parecido un libro absolutamente delicioso y recomendable que, entre otras muchas cosas, me ha hecho comprender mejor la pasión que Milhaud siente por los mapas.

Eso sí, es un libro profusamente ilustrado, así que recomiendo su compra en formato árboles muertos –que es el que está enlazado arriba– o, en su defecto, leerlo en algún dispositivo con pantalla en color.

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