El libro del día del juicio final (Historiadores de Oxford 1). Por Connie Willis. B de Bolsillo (13 de julio de 2023). 784 páginas. Traducción de Rafael Marín Trechera.
A mediados del siglo XXI quienes se dedican a estudiar la historia están de enhorabuena porque pueden viajar en el tiempo para estudiar los hechos históricos que les interesan. Además el mecanismo que les permite esos viajes tiene una especie de protecciones internas que impide que creen paradojas temporales, lo que facilita las cosas. Pero aún así hay épocas que se consideran demasiado peligrosas como para enviar a nadie a ellas, como por ejemplo la Inglaterra del siglo XIV.
Sin embargo justo antes de las Navidades de 2054 el profesor Gilchrist, que está actuando como decano en funciones de la Facultad de Historia de la Universidad de Oxford, decide que va a enviar a una aprendiz de primer año a 1320, levantando el bloqueo que estaba en vigor para esa época, con la idea de ganar méritos en su carrera profesional.
El profesor James Dunworthy, sin embargo, se opone, no sólo porque sigue considerando esa época extremadamente peligrosa, sino porque además está unos 300 años más atrás del salto más largo que se haya hecho hasta entonces. Y porque cree que Gilchrist no ha preparado adecuadamente el salto ni entiende realmente lo que supone.
Pero aún así Gilchrist se sale con la suya y Kivrin Engle es enviada a 1320. Al menos en teoría.
Porque poco después de haberla enviado el técnico que manejaba la red –el dispositivo que usan para los viajes en el tiempo– le dice a Dunworthy que algo ha fallado. Que hay un problema muy serio. Pero antes de poder explicarse se desmaya víctima de una nueva variante de gripe que va a atacar Oxford esos días de tal modo que la ciudad va a quedar en cuarentena hasta después de Año Nuevo.
A partir de ahí la novela se divide en dos narrativas: una que transcurre en Oxford entre finales de 2054 y principios de 2055 y otra que transcurre en la Inglaterra del siglo XIV a la que ha llegado Kivrin. La de nuestro futuro se centra en los esfuerzos de Dunworthy por averiguar qué ha pasado y poder ayudar a Kivrin a pesar del brote de gripe; la del siglo XIV, sin querer hacer espoileres –aunque a la editorial ya le vale con la portada– habla de lo que se encuentra Kivrin cuando llega allí.
Eso sí, estoy convencido de que la autora de algún modo viaja en el tiempo por la forma en la que describe las reacciones de la gente al brote de gripe de Oxford. En el universo de la novela una pandemia a mediados de la década de los 2010 mató 65 millones de personas y en un momento dado uno de los personajes dice:
«No estoy acostumbrada a que me quiten así mis libertades civiles. En Estados Unidos, a nadie se le ocurriría decirte adónde puedes o no puedes ir». Y más de treinta millones de estadounidenses murieron durante la pandemia como resultado de ese tipo de pensamiento.
Esas reacciones se ven también influidas por vídeos conspiranoicos que publican algunas personas, aunque no los suben a YouTube porque aunque en el universo de los Historiadores se puede viajar en el tiempo ni Internet ni los teléfonos móviles han sido inventados. Pero sí unos dispositivos similares a las tablets –o a los PDA de antaño– capaces de imprimir cosas en papel.
Esta novela, publicada originalmente en 1992, ganó en su momento los premios Hugo, Locus y Nebula a la mejor novela. Pero a mí, aunque entretenida, se me ha hecho excesivamente larga. Quizás de las casi 800 páginas que tiene la autora podría haberse ahorrado tranquilamente un tercio y no habría pasado nada. Así que quizás acabe leyendo las otras tres novelas que forman parte de la saga –de ahí lo de Historiadores de Oxford 1– pero dejando tiempo para meter otras lecturas por medio.
B de Bolsillo está reeditando la serie en español; el enlace de arriba va a la edición de bolsillo, que saldrá el 13 de julio. Pero si lees inglés y ardes en deseos de leerla, la edición en inglés para Kindle sale por poco más de un euro.
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