Por @Wicho — 30 de octubre de 2010

Metro 2033 por Dmitry Glukhovsky3 estrellas: entretenido, pero nada más Metro 2033 (Edición Kindle). Dmitry Glukhovsky. Amazon Digital Services. Inglés. 464 páginas, 845 KB.

Algo más de dos décadas después de una guerra nuclear en Moscú -y puede que en todo el planeta por lo que ellos saben- sólo quedan con vida unos miles de personas.

Son los que tuvieron tiempo de refugiarse en las estaciones de metro antes del ataque, y sobreviven gracias a que algunas de las estaciones del metro de la ciudad pueden funcionar como refugio y de hecho cuentan con esclusas herméticas que las aíslan de la radiación que hay en la superficie.

Sobreviven gracias a los materiales que quedaron allí abajo, a que han convertido algunos túneles en granjas de cerdos y gallinas y plantaciones de setas, y gracias a lo que traen unos exploradores que de vez cuando salen a la superficie a ver qué se puede aprovechar.

Con el tiempo transcurrido desde la guerra los más jóvenes sólo tienen referencias de lo que era la vida antes a través de memorias de cuando eran muy pequeños o de lo que les cuentan sus mayores, aunque cada vez entienden menos y las supersticiones y leyendas de todo tipo van ganando fuerza.

La prioridad es sobrevivir, aunque no se sepa muy bien para qué, porque no está nada claro que nunca se pueda volver a la superficie.

Pero en esta tesitura aparece una nueva amenaza, conocida como «los oscuros», que viven en la superficie y que parecen empeñados en adentrarse en el metro. Los pocos que han tenido contacto con ellos no lo han contado o han enloquecido.

Artyom, un joven habitante de la estación VDNKh, recibe el encargo de dirigirse a Polis, un conglomerado de estaciones que es como la mayor potencia de los distintos reinos de taifas en los que se ha convertido el metro de Moscú, para avisar del peligro y ver de conseguir algún tipo de ayuda antes de que los oscuros se salgan con la suya.

Así que, mientras seguimos su periplo por las distintas estaciones (para lo que viene muy bien un plano) y sus regímenes políticos y religiosos, el autor aprovecha para hacer lo que a mi me parece una crítica no muy velada de nuestra civilización en general.

En este sentido el libro se parece mucho a las típicas historias de este estilo en las que el protagonista se reúne con otros personajes que van desapareciendo por distintos motivos mientras que él sigue adelante con su empeño.

De hecho en un momento dado me planteé que ya estaba bien de que Artyom se encontrara siempre con la persona adecuada en el momento adecuado, y me estaba aburriendo bastante de esto, pero de repente resultó que el autor también incorpora esta reflexión a las que hace Artyom durante su viaje, como una especie de meta-crítica.

No voy a contar cómo termina el viaje de Artyom y cómo se resuelve la situación, aunque sí diré que no estamos ante un caso como el de La nave estelar de Brian W. Aldiss, algo que temí durante muchas páginas.

Simplemente me quedaré con que me pareció un libro entretenido y especialmente curioso el entorno escogido por el autor para desarrollar la acción de la novela. Se puede leer, pero tampoco es como para echar cohetes.

Por cierto, la compre en formato Kindle, y he de decir que cada vez le veo más ventajas, en especial porque puedo leerla desde el iPhone, el iPad, o el ordenador, y nunca tengo muy a desmano ninguno de ellos, con lo que puedo aprovechar cualquier rato perdido para segur leyendo.

Además, como es obvio, tengo acceso a todos los libros que he comprado en este formato desde cualquiera de estos cacharros, con lo que siempre puedo leer el que más me apetece.

Sigo prefiriendo el libro en papel, y me gustaría mucho que las editoriales ofrecieran la posibilidad de comprar la edición electrónica y en papel en un combo a buen precio, pero cada vez le veo más futuro a esto de los libros electrónicos.

(Gracias Víctor por la sugerencia).

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