Money for Nothing: One Man's Journey Through the Dark Side of Lottery Millions. Edward Ugel. HarperBusiness. 2007.
Esperaba otra cosa de este libro: cuando lo vi mencionado por ahí parecía una entretenida recopilación de historias de gente a la que le había tocado la lotería y de repente su vida acababa en desastre a raíz del afortunado -o más bien desafortunado, según se mire- acontecimiento. En realidad es una relato en primera persona, un tanto aburrido, cómo funciona el negocio de los recompradores de lotería en Estados Unidos, donde los juegos de azar y las loterías son bastante diferentes a otros países.
En Estados Unidos las loterías similares a lo que aquí en España sería la Lotería primitiva y sus variantes funcionan según las leyes de cada estado y las normas de las entidades organizadoras. Hay «lotos» muy parecidas a las nuestras, diarias y semanales, y también con la fórmula de premios instantáneos (estilo «rasca y gana»). Pero la principal diferencia es que allí los premios van gravados por impuestos (un 30 por ciento, para empezar, más o menos según los ingresos de la persona) y además las entidades de lotería no entregan esos premios al contado, sino repartidos en 20 ó 25 años, en anualidades iguales. En algunos estados se puede elegir entre el premio repartido en anualidades o un premio bastante menor en un solo pago.
Esto produce una situación curiosa: alguien a quien el azar sonríe con un bonito premio de 2 millones de dólares, por ejemplo, se hace una foto con el gran cheque -obligatoria según la normativa- y una vez pasado el momento de gloria recibe un cheque de... 56.000 dólares (unos 38.000 euros). No está mal para cambiar de coche o irse de vacaciones pero... ¿Dónde está el maldito premio? He aquí el lado oscuro de esas loterías: ya pueden olvidarse de verlo completo hasta dentro de mucho: los 2 millones repartidos en 25 años se quedan en unos 80.000 dólares anuales, que a su vez se reducen a esos 56.000 tras quitar el 30 por ciento de impuestos. Eso es el equivalente a un sueldo interesante sin tener que trabajar (unos 3.000 euros al mes) pero desde luego no es lo que la gente espera cuando se sabe millonaria. Obviamente, además, esas anualidades de dentro de 25 años no valdrán lo mismo que hoy, debido al efecto económico de la inflación, de modo que en realidad los premios equivalen en la práctica más o menos a la mitad de lo anunciado.
Es entonces cuando surgen las historias de terror: gente que creyéndose millonaria -literalmente, lo son- se mete en gastos que no puede permitirse, tremendas historias familiares y con los amigos y otras pesadillas que surgen cuando a su alrededor se huele el dinero fresco. No entender las complejidades de los impuestos que van a tener que pagar en poco les ayuda, tampoco la falta de asesoramiento al respecto por la entidad oficial. Los «agraciados» se ven entonces casi obligados en muchas ocasiones a vender sus premios por anticipado: hay empresas especializadas (como en la que trabaja el autor del libro) que se dedican precisamente a eso. Cual buitres revolotean a su alrededor y recompran a esagente acabada y en bancarrota las anualidades restantes de los premios: «descuentan» el efecto de la inflación, su abultada comisión y ofrecen dinero instantáneo a cambio de unas firmas. Todo esto va precedido de una profunda investigación sobre quiénes son los ganadores de los premios, donde viven, y cientos de llamadas y cartas ofreciéndoles los servicios para engatusarles, en muchas ocasiones con técnicas de venta muy agresivas y engaños.
Si acaso el libro resulta interesante es para entender las diferencias respecto a cómo funciona todo esto en nuestro país: aquí los ganadores pueden permanecer en el anonimato y los premios están libres de impuestos y se cobran en un solo pago: una fórmula excepcionalmente eficiente y favorable para los agraciados. No existe por tanto el equivalente al negocio descrito en Money for Nothing, sino acaso las variantes como la de recomprar billetes premiados por cantidades superiores, para blanquear dinero negro. Pero estas ventajas tampoco garantizan nada: en algún periódico leí historias sobre mucha gente premiada en España que acaba arruinada y su vida hecha un desastre, pero desde luego no deben alcanzar la misma proporción que en Estados Unidos.
El libro también tiene algunas páginas de crítica social a los gobiernos por fomentar la existencia de las loterías, que no dejan de ser una especie de «impuesto voluntario» con muchos puntos contradictorios en cuanto a su promoción y la posterior utilización de los ingresos. Por ejemplo en Estados Unidos los beneficios se anuncian como destinados normalmente a Educación, pero simplemente se incorporan al final del año dentro del presupuesto original, no como una cantidad adicional que es lo que la gente suele creer.