Por @Wicho — 24 de junio de 2023

Portada del libro en la que el espejo principal del telescopio espacial James Webb, en el que se reflejan diversas formas de vida, ocupa la mayor parteOtra historia del arte: No pasa nada si no te gustan Las Meninas. Por Miguel Ángel Cajigal Vera AKA El Barroquista. Ediciones B (21 de octubre de 2021). 233 páginas.

Si no recuerdo mal la única educación formal que tuve sobre arte fue en 3º de BUP en la hora semanal dedicada a la historia del arte dentro de la asignatura de historia. A partir de ahí, nada de nada. Así que, a pesar de que me apasiona el arte urbano, soy de aquellas personas a las que les cuenta entender el arte. Quizás especialmente el contemporáneo. Y no digamos ya el abstracto.

Pero este libro me ha hecho comprender que salvo muy contadas excepciones –si es que las ha habido– el arte moderno de cada época, aquel que ha creado escuela y ha provocado cambios, nunca ha sido muy bien recibido.

Y es que a ver arte y a apreciarlo se aprende, como con muchas otras cosas. Por no hablar de que el arte es producto de su época histórica y circunstancias de la persona que lo crea, así que no siempre es fácil, o tan siquiera posible, ponerse en su lugar.

Una cita de Vasili Kandinsky lo explica:

Toda obra de arte es hija de su tiempo, muchas veces es madre de nuestros sentimientos. De la misma forma, cada periodo de la cultura produce un arte propio que no puede repetirse. El intento de revivir principios artísticos pasados puede producir, a lo sumo, obras de arte que son como un niño muerto antes de nacer. Por ejemplo, no podemos en absoluto sentir y vivir interiormente como los antiguos griegos. Los esfuerzos por poner en práctica los principios griegos de la escultura, por ejemplo, solamente crearán formas parecidas a las griegas, pero la obra quedará inanimada para siempre. Una imitación semejante se parece a las imitaciones de un mono. Exteriormente los movimientos del mono son idénticos a los humanos. El mono se sienta y sostiene un libro ante los ojos, lo hojea y adopta un aire de gravedad, pero el sentido interior de estos movimientos falta completamente.

Por otro lado, el canon –o más bien los cánones– que establecen que una obra cono Las meninas o El Quijote son la bomba y tienen que gustarte son tan subjetivos como la apreciación del arte. Así que no siempre hay que hacerles caso. Lo que diga un señor inglés o la guardia tuitera del buen gusto no son verdades universales. Y por ende los supuestos cánones tampoco lo son; cada canon tiene los sesgos propios de la persona que lo genera.

Además, no todas las obras de las personas que tienen la suerte de ser incluidas en alguno de esos cánones son obras maestras. Esas personas no dejan de ser humanas y tienen días mejores y peores. Usamos el término obra maestra por encima de nuestras posibilidades.

Terminada esta tarea un tanto iconoclasta de demolición de los conceptos de genio, obra maestra y canon, Miguel pasa a la segunda parte del libro en la que va explicando algunos de los referentes comunes de los que considera los principales géneros artísticos con la idea de que quienes no tenemos ni idea podamos comprender mejor el arte.

La expresión de los sentimientos; la representación del cuerpo humano; la representación de los animales; la de la infancia; de los dioses y allegados; el retrato; la imagen de la historia; el mundo que nos rodea y en el que desarrollamos nuestra actividad; los bodegones; el arte abstracto; y el autorretrato son los escogidos.

Por cierto, en cuanto al arte abstracto: no pasa nada si cada persona que ve una obra de este estilo interpreta una cosa distinta. Eso es parte de su encanto. O incluso si no interpretas nada y sólo disfrutas de su composición.

Al terminar de leer el libro –es una pequeña joya que se devora rápidamente– mi impresión es que no has de preocuparte si tus gustos no coinciden fon el canon. Que, como dice el subtítulo, no pasa nada si mo te gustan Las meninas. Que hay arte bueno, malo y regular en todas las épocas y culturas. Y que a veces puede apetecerte un plato del menú de un restaurante con tres estrellas Michelin y a veces atiborrarte de gominolas. Y que, de nuevo, no pasa nada.

Que lo importante es que disfrutes de las obras que te gustan y que las disfrutes como quieras. En palabras del autor «la flexibilidad de nuestro gusto es un arma de gran valor para enfrentarnos al arte, sea el del pasado o el de nuestro tiempo.»

Y que además, en caso de que vayas profundizando en ellas, poco a poco irás aprendiéndote más sobre obras que le quedan cera –o que son su opuesto diametral– y que con ello irás disfrutando más.

Hasta que lleguen a gustarte Las meninas. O no; da igual.

El texto se complementa con fuentes, bibliografía y recursos en línea para poder seguir profundizando en el tema.

Sólo tengo una pequeña crítica a la edición en formato Kindle, que es la que he leído: creo le faltan enlaces internos para poder saltar a las 28 imágenes que están incluidas en el libro cuando el autor las menciona. Tal y como está la cosa sólo puedes saltar el principio de ese apartado y luego ir pasando página hasta que llegas a la que quieres ver. Afortunadamente volver al punto de lectura en el que estabas sí se hace tocando un enlace.

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