Lo mejor y lo peor de nosotros reside en nuestro cerebro: ahí está nuestra capacidad de entrega, de sacrificio, ahí están los circuitos que nos animan a hacer el bien e incluso nos hacen superar nuestras reglas biológicas para ser capaces de la decisión suprema: dar la vida por los demás. También reside ahí, en esa masa globosa de 1300 gramos que tenemos dentro del cráneo, nuestra agresividad, nuestra capacidad de hacer daño, de matar. Somos de las poquísimas especies capaces de asesinar a un semejante, a un hermano de sangre, incluso cuando no está nuestra propia supervivencia personal en juego.
¿Quién robó el cerebro de JFK? Tiempos bélicos y neurociencia, por José Ramón Alonso. Ediciones Cálamo, 2015. 288 páginas.
Dice el autor que «la guerra es terrible, pero también propicia avances científicos», y la guerra, o más en general los conflictos entre humanos, es el hilo conductor de esta nueva colección de historias acerca de avances científicos que han llegado gracias a ella.
Pero a pesar de lo que diga el subtítulo el libro no sólo habla de avances en neurociencia, sino que a lo largo de las 32 historias que lo componen nos encontramos con biología, química, zoología, medicina, psicología, fisiología, y unas cuantas disciplinas más.
¿Sabías que las manos biónicas vienen de los tiempos de los romanos? ¿Que un buzo estuvo horas sumergido en el Pisuerga a principios del siglo XVII? ¿Que lo de que las zanahorias mejoran la vista es una especie de trola inventada por los ingleses en la segunda guerra mundial para despistar a los alemanes? ¿Que la CIA se dedicó a experimentar con el LSD, aunque no siempre sus sujetos experimentales lo supieran? ¿O que se llegó a infectar a gente con sífilis sin decírselo en aras de la ciencia?
Todas estas historias están contadas a partir de un hecho histórico que sirve a JR como introducción para llegar a la historia de ciencia que quiere exponer, aunque al final de cada uno de estos relatos vuelve a la historia bélica o del conflicto del que partía, redondeando el relato.
Serio cuando hace falta, como por ejemplo al contar las barbaridades del capitán Rascher, divertido casi siempre –casi muero de la risa al leer «Haz que tus ojos lloren de una manera incontrolada como si oyeras cantar a Falete» en el capítulo dedicado al sarín y el Alzheimer– por muy serio que sea el contenido del capítulo en cuestión, y siempre entretenido, coger el libro de JR en las manos es no querer dejarlo.
Y no, no se sabe a ciencia cierta qué fue del cerebro de JFK. Como dice JR al final del libro, «la historia y la ciencia jamás se terminan de escribir», lo que sin duda las hace apasionantes.
¿Qué haces que no has comprado ya el libro?
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