Por @Wicho — 27 de mayo de 2013

Squawk 7700 por Peter M. Buffington3 estrellas: interesante, pero mal editado Squawk 7700. Peter M. Buffington.

Desde que de pequeño su padre lo llevaba a ver aviones al aeropuerto local el autor tuvo claro que quería ser piloto.

Así que en cuanto tuvo la edad mínima para hacerlo comenzó a pagarse su licencia de piloto privado mediante trabajos a tiempo parcial. Más tarde, con su licencia en el bolsillo y con los estudios terminados en el instituto se matriculó en la universidad de Dakota del Norte para hacer un máster en gestión aeronáutica que no solo le permitiría hacerse con una licencia de piloto comercial sino también tener la formación necesaria como para llevar una empresa relacionada con la aviación.

Su plan era, una vez acabada la carrera, ir haciendo horas en alguna empresa que se dedicara al transporte aéreo para luego pasar a una aerolínea regional y de ahí dar el salto a una de las grandes.

Calculaba que ese proceso podía llevarle unos diez años, pero con lo que no contaba es con lo que se encontró una vez que empezó a trabajar, justo cuando la industria de la aviación quedaba liberalizada.

Por un lado estaba el asunto de que las empresas de transporte aéreo -al menos aquellas en las que él trabajó- no daban precisamente mucha prioridad a las normas, en especial las de seguridad, frente al imperativo de ganar dinero.

Por otro, se topó con el fenómeno del «pagar para volar» en el que las aerolíneas regionales en lugar de contratar a los candidatos a pilotos por su formación y su experiencia lo hacían en función de que estos estuvieran dispuestos a pagar por la formación a recibir, a menudo con apenas un par de cientos de horas de vuelo frente a las 1.500 que antes se estimaba como norma general que eran necesarias.

Al final, desesperado ante esta situación y muy afectado por la muerte en un accidente de un ex compañero, decidió abandonar su carrera como piloto -que tampoco es que hubiera progresado mucho- y consiguió trabajo en una empresa de desarrollo de software.

Pero su mujer, consciente de lo mucho que suponía para él volar, le animó a presentarse una vez más a un proceso de selección de una aerolínea regional, y en este caso todo parecía ir de maravilla, al menos hasta que después de haber conseguido superar un riguroso curso de formación fue destinado a la base de la aerolínea en Purto Rico.

Allí tenía que volar durante dos semanas con un capitán que se encargaría de familiarizarlo con los procedimientos de la aerolínea y de ayudarlo a integrarse.

Pero en su lugar se encontró con un tal capitán Carlos -no dice si el nombre es real o no- que se dedicó a ningunearlo durante todo este tiempo, amén de pasarse las normas de operación de la aerolínea por el forro de sus caprichos.

La consecuencia de todo esto es que tras esas dos semanas el autor decidió colgar definitivamente sus alas de piloto comercial, volver a la empresa de desarrollo de software, y a partir de ese momento dedicarse a volar sólo por placer.

Eso sí, espoleado por sus nefastas experiencias y más tarde por los accidentes del vuelo Comair 5191 y del Colgan Air 3407 se dedicó a buscar apoyos entre pilotos y políticos que impidieran las prácticas que había visto y sufrido, en especial las de pagar por volar, algo que consiguió que se convirtiera en ley cuando el 1 de agosto de 2010 el presidente Obama firmó la FAA Safety Bill HR 5900, que aumenta los mínimos de entrenamiento y horas de vuelo que desde entonces rigen la contratación de nuevos pilotos en los Estados Unidos.

El libro me pareció bastante interesante como reflexión de los problemas que se presentan en una industria sin control, en la que ni de lejos aparece un autocontrol como el que defendía Adam Smith, pero no le doy más que tres estrellas porque se nota que está escrito por partes a partir de las notas del autor, con lo que a menudo se repite, por no hablar de errores ortográficos que aún están presentes en esta segunda edición.

Claro que lo peor de todo fue que me lo acabé de leer mientras estaba en Estados Unidos volando con algunas de esas aerolíneas regionales.

El Squawk 7700 del título, por cierto, es el código de emergencia que se pone en en transpondedor de un avión cuando hay problemas.

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