Por @Wicho — 29 de julio de 2021

Portada de The Big Show por Pierre Clostermann Portada de The Big Show por Pierre Clostermann. Silvertail Books (14 de febrero de 2019). 258 páginas.

Al principio de la Segunda Guerra Mundial las autoridades francesas rechazaron la petición de Pierre Clostermann de unirse a la Fuerza Aérea Francesa, aún a pesar de que tenía el título de piloto privado. Así que se fue a los Estados Unidos a obtener el título de piloto comercial.

Y finalmente en marzo de 1942 se unió a la Fuerza Aérea Libre Francesa. Tras su periodo de entrenamiento fue asignado al 341 Escuadrón de la RAF, también conocido como Groupe de Chasse n° 3/2 «Alsace», en enero de 1943. Voló con él hasta que el 28 de septiembre fue transferido al 602 Escuadrón.

En esta etapa de su carrera voló sobre Europa a los mandos de distintas versiones del Spitfire como escolta de bombardeos y en misiones de caza; en escolta de misiones de bombardeo a bases de V1; dentro del operativo aéreo del desembarco de Normandía, durante el que de hecho fue de los primeros pilotos franceses en aterrizar en Francia desde que empezara la ocupación alemana; y en numerosas misiones de ataque a tierra para interrumpir el transporte por carretera y tren de suministros a las tropas alemanas en el frente.

Pero el 7 julio del 44 fue enviado a la retaguardia porque sus mandos opinaban que ya estaba muy quemado, lo que no es de extrañar teniendo en cuenta el número de misiones voladas, las veces que estuvo a punto de morir, y, sobre todo, el número de compañeros que vio morir.

Pero a principios de diciembre del 44 Clostermann pide volver servicio activo. Y lo consigue, siendo destinado al 274 Escuadrón, equipado con Tempest, uno de los cazas monomotor a pistón más avanzados del conflicto. Allí su menú diario vuelve a ser fundamentalmente ataques tierra y una lucha de desgaste contra Luftwaffe, que a pesar de todo aún era un enemigo formidable. Al terminar la guerra en Europa, de nuevo mentalmente al límite, pide la desmovilización, que consigue el 25 de agosto del 45.

El libro, que es un clásico de la aviación de combate de la II GM, cubre el periodo que va desde que termina su entrenamiento al día que es desmovilizado. Pero para mi gusto le sobran descripciones de combates, por muy buenas que sean, y le faltan más reflexiones acerca de cómo era la vida de aquellos pilotos, aunque las incluye, en especial en la parte en la que escribe acerca de su servicio con el 274 Escuadrón.

Así, habla de cosas como las exageradas cifras de derribos que dice haber conseguido la Fuerza Aérea de los Estados Unidos; de la inutilidad generalizada de los mandos, que a menudo no saben qué le están pidiendo a sus pilotos; de la validez y calidad de los aviones de la Luftwaffe y de sus pilotos, a quienes los pilotos aliados por lo general respetaban enormemente; o de los politiqueos en los cuarteles de las fuerzas armadas de la Francia Libre, en los que parece primar mucho más la política que la realidad y las necesidades de la guerra…

Y del miedo y el agotamiento que suponían estar volando dos y tres misiones al día; de cómo en un momento dado los veteranos estaban tan hechos polvo que ya sólo podían preocuparse por sobrevivir un día más, sin poder ni pensar en intentar echar una mano a los pilotos de reemplazo, que por lo general caían como moscas.

Me leí el libro casi del tirón, pero lo dicho, me habría gustado que incluyera más reflexiones sobre lo que era ser piloto de caza en la II GM.

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