The Computer. A History from the 17th Century to Today. Por Jens Müller (autor) y Julius Wiedemann (redactor). Taschen (6 de junio de 2023). 472 páginas. Inglés, Italiano, y Español.
La editorial nos envió amablemente un ejemplar de este libro para reseñar. Si tienes algún interés en la historia de la informática y te lo puedes permitir no lo dudes: tienes que comprarlo. Tiene imágenes que habrás visto mil veces pero con una calidad que nunca habrás visto. Y otras que no habrás visto antes y que te ayudarán a descubrir cosas nuevas. Realmente impresionante a pesar de algún fallo menor.
Está divido en cinco grandes capítulos:
- The Beginnings (1944)
- The Mainframe Age (1944-1973)
- The Personal Computer Age (1974-1993)
- The Internet Age (1994– )
- The All-Digital Age (2006– )
Aunque en realidad el primero empieza bastante antes de 1944 con menciones, sin ser exhaustivo, a las calculadoras de Schickard y Pascal del siglo XVII; al turco mecánico de Wolfgang von Kempelen de finales del XVIII; al álgebra de Boole y a Charles Babbage y Ada Lovelace en el siglo XIX; a las invenciones del teléfono –aunque no menciona a Antonio Meucci– y de la radio –sin mencionar a Tesla–; a la Mnodoteca de Paul Otlet y Henri Lafontaine; a las máquinas de Turing; al Atanasoff-Bery Computer; y a las máquinas Enigma pero no a las Lorenz.
Por el otro extremo el libro termina mencionando inteligencias artificiales como DALL-E y MidJourney que son capaces de convertir en imágenes lo que le escribimos y la computación cuántica, así que está bastante al día por este lado.
Las divisiones son quizás un poco arbitrarias en cuanto a fechas, pero es que a fin de cuentas hay cosas que se solapan y que tardan años en encontrar su lugar después de ser inventadas; de hecho los dos últimos apartados se solapan en muy buena medida como se puede apreciar ya por sus títulos.
Pero tampoco pasa nada. Este libro no es una historia de la informática al uso –para eso hay muchos otros– sino que, como dice en el prefacio, «esta obra proporciona acceso visual a esta apasionante historia». Y es que a pesar de las 450 páginas que tiene en realidad tiene bastante poco texto, y el que tiene está en inglés, italiano y español, con lo que su extensión es en realidad de un tercio de lo que ocupa. Además se centra en los Estados Unidos y Silicon Valley, como reconoce el autor, aunque en realidad incluye avances de todo el planeta y de campos relacionados –salen, por ejemplo, los Segway– cuando son relevantes.
Lo que no está traducido son las descripciones de las fotos, que vienen sólo en inglés. Cuando vienen: algunas de las grandes fotos que hay al principio de los capítulos no tienen descripción. O si la tienen no la he encontrado.
Y ojo, que cuando hablo de fotos grandes, hablo de fotos grandes: el libro mide 24,6×37,2 centímetros, con lo que las fotos a dos páginas miden 49,2×37,2 centímetros. Aunque odio que la encuadernación del libro haga perder algunos detalles en la mitad, por mucho que esto sea inevitable.
Por cierto que el libro pesa 3,89 kilos, con lo que olvídate de leerlo mientras te sientas cómodamente en una butaca y mucho menos en cama salvo que quieras arriesgarte a una muerte por aplastamiento. Así que el libro no sólo es impactante por la calidad con la que está editado sino que también lo es físicamente.
Aún a pesar del poco texto que contiene, y a pesar de que la historia de la informática es un tema que me apasiona y sobre el que he leído mucho y escrito bastante, este libro me ha permitido descubrir unas cuantas cosas más que investigar y cosas que no sabía. Como por ejemplo que la Illiac Suite de 1957 se considera la primera pieza musical compuesta por un ordenador; que la primera vez que el término ordenador personal parece haber sido utilizado fue en octubre de 1968 en un anuncio del HP 9100A; que Shatter, de 1985, es el primer cómica publicado comercialmente completamente dibujado en un ordenador; o que lo de surfear la Web parece ser de un artículo de marzo de 1992 titulado, precisamente, Surfing the Internet.
Eso sí, no todo es perfecto. Dice, por ejemplo, que Internet surgió como una red diseñada para resistir un posible ataque nuclear soviético cuando ya sabemos que no. He echado también en falta alguna mención a los peculiares ordenadores desarrollados en la Unión Soviética antes de que los mandamases decidieran copiar los ordenadores occidentales, aunque sí sale el Tetris. Claro que es cierto que al abandonar esos peculiares diseños su influencia en la historia de la informática ha sido nula, así que es comprensible que no hayan tenido cabida en este libro; sólo es que les tengo un cierto cariño.
Y hablando de ordenadores rusos, la foto que dice que es un MESM no es un MESM. Igual que la foto de una Bombe que sale en un par de lugares no es una foto de una Bombe británica –la diseñada por Alan Turing– sino de la variante estadounidense de esta máquina.
De hecho hay unos cuantos errores al identificar o rotular algunas fotos, el primero de ellos nada más abrir el libro, pues la impresionante foto a dos páginas de un Colossus con la que te encuentras dice que fue un ordenador utilizado para descifrar los mensajes codificados con máquinas Enigma cuando en realidad se utilizaba para descodificar los mensajes de las Lorenz SZ 40 y SZ 42.
En cualquier caso, es un pedazo de libro en todos los sentidos que no tengo absolutamente ninguna duda en recomendar.
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