Por @Wicho — 28 de abril de 2023

Portada del libro, ilustrada con un esqueletoTodo lo que queda: Lo que la ciencia forense nos enseña sobre la naturaleza humana. Por Sue Black. Ediciones Paidós (17 de mayo de 2023). 384 páginas.

Creo que no hace falta saber mucho de tecnología para suponer, acertadamente, que esos zooms infinitos a imágenes de cámaras de seguridad cutres con los que en CSI le ven hasta los empastes al malo del capítulo son absolutamente exagerados. Sabía también que esos secuenciados del ADN «para esta tarde» son cosa de la necesidad de mover la trama rápido porque en el MundoReal™ tardan bastante más.

Aunque hasta leer este libro creía que el análisis de un cadáver sí que aportaba datos indiscutibles acerca de la causa de la muerte y sus características identificativas, tal y como sale en las tramas de la serie. Pero resulta que no, que lo de CSI es también muy exagerado en eso. En especial cuando se desconoce la identidad del cadáver.

Según cuenta la autora, que es antropóloga forense, cuanto más reciente sea la muerte y más completo esté el cadáver, más probabilidades hay de determinar con precisión los cuatro componentes básicos de la identidad biológica: sexo, edad, estatura y ascendencia. Esas son las características que permiten decir, por ejemplo, que se trata de una mujer blanca de entre veinticinco y treinta años de edad que medía aproximadamente 1,70 metros.

Pero las cosas se complican en cuanto va pasando tiempo y cuando no se dispone de todos los huesos. O estos se han visto sometidos a los efectos de un incendio, pues en ese caso es posible que tan siquiera se pueda extraer ADN para determinar el sexo, que no el género.

También es necesario tener conocimientos acerca de cómo se comporta el hueso, cómo se altera ese comportamiento cuando el hueso se altera y posteriormente sufre incidentes traumáticos adicionales, y cómo pueden secuenciarse éstos a la hora de determinar la causa de la muerte, que no siempre es obvia, ni mucho menos.

A lo largo del libro la autora va explicando cómo se puede determinar cada uno de esos componentes básicos de la identidad, todo ello con el objetivo de poder poner un nombre a los restos que se están analizando, lo que por una parte dará oportunidad a la familia y seres queridos de empezar a procesar esa muerte y por otra también puede permitir llevar frente a la justicia a la persona o personas responsables de esa muerte.

Aunque no siempre es posible. Dice la autora que es una gran satisfacción encontrar respuestas para las familias en duelo y ayudar a llevar a los culpables ante la justicia, o confirmar la inocencia de alguien acusado injustamente. Pero que lo que queda grabado de forma prácticamente indeleble en la memoria de quienes trabajan en esto son los casos que quedan sin resolver, o aquellos en los que sienten que podrían haber hecho más.

Sólo que lejos de ser nada más un muy interesante libro sobre la ciencia de los cadáveres, que lo es, y sería suficiente, también es un libro extremadamente humano en el que la autora intercala sus propias experiencias para poder llegar mejor con su mensaje a quienes no sabemos exactamente lo que supone su trabajo; de ahí el subtítulo «Lo que la ciencia forense nos enseña sobre la naturaleza humana.» Y eso lo hace aún más interesante.

De hecho el primer tercio del libro no habla tanto de lo que hace una antropóloga forense sino de la generalmente muy relación que tenemos con la muerte. Y sí, morirse no mola, suponemos, pero deberíamos asumir que es algo que tarde o temprano tendremos que enfrentar.

La vida es agradable, la muerte es pacífica. Es la transición lo que es problemático.

– Isaac Asimov

En esta parte inicial habla de la muerte de su tío Willy, que para ella era una especie de abuelo, de la de su madre, y de la de su padre, y de las circunstancias que las rodearon. Con ello reflexiona de distintos tipos de muerte y cómo asumirla, de ritos de despedida, de lo que se hace con los cadáveres en distintas culturas –incluyendo la posibilidad de donarlo a la ciencia– e incluso cosas como a muerte asistida o la eutanasia.

Es algo que retoma en el epílogo, cuando habla de su propia muerte y de cómo le gustaría que fueran las cosas después; de lo que le gustaría que sucediera con su cadáver. Aunque es la parte del libro con la que estoy en más desacuerdo, ya que ella espera que su marido y sus hijas acepten lo que ella les ha pedido que hagan. Y yo hace años que estoy convencido de que como mucho tenemos derecho a expresar nuestras preferencias. Pero siempre insistiendo en que sean quienes queden detrás quienes decidan; a fin de cuentas es bastante poco probable que después de morir nada nos importe ya.

En definitiva, un libro muy interesante y recomendable con el que, además de aprender, reflexionarás, y que, según sean tus circunstancias personales, igual te pone un poco del revés. Pero eso no está mal. A fin de cuentas, como decía antes, la muerte es algo de lo que generalmente no hablamos y en lo que casi no pensamos cuando forma parte inexorable de la vida.

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