Viviendo en el futuro: Claves sobre cómo la tecnología está cambiando nuestro mundo. Enrique Dans. Deusto, 2019.
Hace diez años Enrique afirmaba en su primer libro que Todo va a cambiar. Pero en Viviendo en el futuro su argumento es que el futuro ya está aquí. Aunque el argumento principal del libro igual no es el que cabría pensar de alguien tan pegado a la tecnología como él.
Y es que aunque en efecto en los capítulos centrales del libro habla de como los avances tecnológicos están poniendo patas arriba todo, empezando por nuestras casas y terminando por la política pero pasando por la salud, las finanzas, la educación o la forma en la que entendemos el trabajo, por citar algunos ejemplos, ese no es el mensaje principal del libro.
De hecho Enrique dice que todo esto en realidad importa poco porque a causa de la emergencia climática quizás a nuestra civilización le quede muy poco tiempo. Argumenta, gracias a la tecnología la especie humana ha sido capaz de provocar drásticas modificaciones en su entorno y
[…] esas modificaciones en el entorno y ese ecosistema de continua competencia nos ha abocado a un escenario insostenible, que amenaza con provocar en muy poco tiempo el fin de la civilización humana […] el futuro ya está aquí para quien quiera experimentarlo y se lo pueda permitir, pero en este momento lo más complicado es asegurar que realmente podemos disfrutar de un futuro. Y a este dilema deben dirigirse todas nuestras prioridades.
He de decir que aunque lo menciona en la introducción Enrique a veces parece olvidar que él vive del lado bueno de la brecha digital. Y no sólo eso sino que a menudo va muy por delante incluso de quienes nos consideramos unos apasionados por la tecnología. Así que tengo mis reservas acerca de esa afirmación de que «el futuro ya está aquí para quien quiera experimentarlo y se lo pueda permitir». Porque no puedo olvidar que ya no en países del tercer mundo o en países en desarrollo sino en el nuestro –y especialmente en nuestra provincia– aún hay una parte no desdeñable de la población que no tiene acceso en condiciones a Internet. De hecho según datos de la Secretaría de Estado para el Avance Digital en 2019 había unos 13 millones de personas en España «que no disponen de cobertura de redes de banda ancha de nueva generación, ni previsiones para su dotación por algún operador en el plazo de 3 años, en base a planes de inversión creíbles».
Y es que como lleva años diciendo William Gibson «el futuro ya está aquí, sólo que desigualmente repartido».
Tengo también mis reservas respecto a algunas de las afirmaciones que hace en las que creo que peca de un excesivo optimismo tecnológico como por ejemplo cuando dice que dispositivos de distintos fabricantes se podrán integrar en arquitecturas en las que compartirán datos de tal forma que los algoritmos podrán monitorizar nuestra salud con un nivel de detalle impensable hasta ahora; la experiencia por ahora es más bien la contraria.
Pero en cualquier caso el libro está lleno de referencias en línea que seguir para obtener más información acerca de lo que dice Enrique y que cada uno nos formemos nuestra propia opinión. Que para eso leemos, ¿no? Precisamente por la gran cantidad de referencias recomiendo comprarlo en digital, por cierto.
Y me encanta esta reflexión que hace, que como sociedad deberíamos tener muy en cuenta:
De hecho, los problemas actuales de las sociedades humanas no se derivan del desarrollo de la tecnología ni de los tecnólogos, que en general están haciendo su trabajo de manera muy eficiente, sino de la escasez, cuando no ausencia, de personas de otras ramas, tales como filósofos, educadores, historiadores o, en general, profesionales de las Humanidades capaces de añadir a esos procesos de adopción sensibilidades y elementos no precisamente tecnológicos, sino de otros tipos, planteados en muchas ocasiones desde perspectivas humanísticas.
Si sobrevivimos el tiempo suficiente, claro.