En Great Big Story cuentan cuán grande es el aprecio de la comunidad matemática educativa hacia las tizas Hagoromo, una marca legendaria apodada como la Rolls Royce de la tiza, la tiza de los sueños, la madre de todas las tizas.
Se decía de las Hagoromo que era imposible escribir con ellas un teorema en la pizarra y equivocarse, que inspiraban y ayudaban a la mente, que míticamente brillaban en la oscuridad. La realidad es que a pesar de parecer tizas normales y corrientes tenían un grosor, un tacto y una densidad especiales. Escribían suavemente, eran fáciles de limpiar y muy gozosas en general. Pero un día se anunció que la marca iba a desaparecer. Lo llamaron el Apocalipsis de la tiza.
Dicen que los matemáticos entraron en pánico. Comenzaron a acumular todas las cajas que podían, trayéndolas en persona desde Japón, para contar con suministros durante los siguientes 10 o 15 años. Algunos comenzaron a revenderla a escondidas, como las drogas. Hubo quien se planteó usar el truco de «la primera es gratis» para revenderlas a buen precio. Aparecieron a la venta en Amazon, pero la marca japonesa parecía desconocer su popularidad fuera del país y terminó desapareciendo.
Como la legendaria fórmula de la Coca-cola, los «ingredientes» de las tizas Hagoromo eran secretos. La marca y la fórmula la adquirió una marca coreana, pero su intento de reproducción «no era lo mismo», según quienes las probaron.
Los profesores que todavía gustan de usar las pizarras tradicionales las guardan casi en secreto. Un matemático explicó la situación: «Me regalaron una caja enorme, y ahora me aferro a ellas. Me durarán un tiempo; quizá incluso pueda darles algunas a mis mejores estudiantes en el futuro.»
(Vía Pixel.)
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