Por @Wicho — 10 de febrero de 2011

Esta mañana alguien de mi trabajo se me acercó con un cable de red en la mano y me preguntó que qué era eso. Mi respuesta fue que era un cable de red, a lo que me contestó con un cierto tonillo irónico «hasta ahí ya llegaba yo».

Dado que yo le había contestado completamente en serio, no pude menos que decirle que entonces suponía que en realidad quería haberme preguntado otra cosa, y en efecto era así, porque en realidad lo que quería saber era si el ordenador que estaba usando tenía Wi-Fi.

Esta, de todos modos, no es la cosa más rara que me ha sucedido, ni con mucho; creo que le gana aquella vez que al llegar al trabajo me encontré un post-it (nada de correos electrónicos, sólo faltaría) pegado en mi puerta que decía, literalmente, «No pirula el cachirulo».

Lo que me ocurrió esta mañana me recordó una anécdota que se cuenta de Bob Saunders, uno de los hackers originales del MIT, con quien su mujer se agarró un enfado monumental tras pasarse semanas preguntándole si le gustaría ayudarle a guardar las cosas de la compra y encontrarse con que Bob siempre le decía que no.

La cosa no se arregló hasta que se terminó la paciencia de Marge y un día comenzó a maldecir a Bob y a preguntarle por qué siempre decía que no, a lo que éste por lo visto respondió: «Esa es una pregunta estúpida. Por supuesto que no quiero ayudarte a recoger las cosas. Si me preguntas si te ayudaría a recogerlas, eso es otra cosa.»

Y es que es muy importante ser preciso al hablar, al menos al intentar describir un problema con un maquinillo, so pena de que no haya manera de solucionar nada.

Para rematar el día de reflexiones lingüísticas, me encontré con que en español hay una palabra que existe gramaticalmente, que se puede pronunciar, y que sin embargo no se puede escribir según las nuevas normas de la Real Academia, el imperativo de salirle.

Según la propia RAE

En relación con su consulta, le remitimos la siguiente información:

La interpretación forzosa como dígrafo de la secuencia gráfica ll en español hace imposible representar por escrito la palabra resultante de añadir el pronombre átono le a la forma verbal sal (imperativo no voseante de segunda persona de singular del verbo salir), oralmente posible si, por ejemplo, ordenáramos a alguien salir al paso o al encuentro de otra persona aludida con el pronombre le: [sál.le al páso], [sál.le al enkuéntro].Puesto que los pronombres átonos pospuestos al verbo han de escribirse soldados a este, sal + le daría por escrito salle, cuya lectura sería forzosamente [sá.lle], y no [sal.le]].

(Esto último, descubierto por Brais, vía Un Arácnido Una Camiseta, gracias a un tuit de aberron).

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