Por @Wicho — 11 de noviembre de 2018

Firma del Armisticio de Compiègne – Maurice Pillard Verneuil

El 11 de noviembre de 1918 a las 5:20 se estampaba la última firma en el Armisticio de Compiègne, un tratado firmado entre los Aliados y el Imperio alemán que significaba el fin de las hostilidades en el Frente Occidental de la Primera Guerra Mundial.

Entró en vigor a las 11 de la mañana para dar tiempo a comunicar la noticia a las distintas unidades que estaban desplegadas en el frente, aunque eso no evitó toda una serie de muertes inútiles más esa misma mañana.

Tuvo, además, que ser prorrogado tres veces hasta la firma del Tratado de Versalles el 28 de junio de 1919, justo cinco años después del asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria y de su esposa, la condesa Sofía Chotek, que fue el detonante del inicio de la guerra, que comenzó el 28 de julio de 1914.

El Armisticio de Compiègne ponía fin a 4 años, 3 meses y 14 días de hostilidades en las que perdieron la vida entre nueve y diez millones de combatientes y resultaron heridos otros veinte; las pérdidas civiles se estiman en más de siete millones de personas.

Y eso por no hablar de la destrucción que dejó atrás –aún hoy en día hay partes de la Zona roja en Francia en las que no se puede entrar por lo contaminadas que quedaron– y las pérdidas económicas que acarreó.

Zona roja - riesgo de muerte

Y aunque iba a ser la guerra que terminara con todas las guerras no fue sino el preámbulo de la Segunda Guerra Mundial, que estalló casi exactamente 21 años más tarde en buena parte por las leoninas condiciones impuestas por los aliados a Alemania en el Tratado de Versalles. De hecho Hitler obligó a Francia a firmar un armisticio el 22 de junio de 1940 en el que se acordaba el cese de las hostilidades entre Alemania y Francia en el mismo vagón en el que se firmó el Armisticio de Compiègne, situado en el mismo sitio en el que se había firmado el armisticio de 1918.

Por supuesto la Segunda Guerra Mundial fue mucho peor que la Primera, con entre 50 y 55 millones de muertes entre la población civil y entre 21 y 25 millones de muertos entre los combatientes para cuando Japón firmó su rendición el 2 de septiembre de 1945.

Quizás hayamos aprendido algo de esas dos grandes guerras porque nunca hemos vuelto a ver nada a una escala similar, aunque la Crisis de los misiles en Cuba en octubre de 1962 nos puso muy cerca de una guerra nuclear.

Pero la verdad es que en los últimos años parece que se nos estén olvidando las lecciones que se supone que aprendimos con tanto sufrimiento.

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