Hoy se cumplen 20 años del accidente de Chernóbil, sin duda alguna el más grave de la industria nuclear de la historia, aunque los datos de muertos y afectados varían enormemente según qué fuentes consultes, igual que si de una manifestación se tratara, desde unas decenas a cientos de miles o inlcuso millones.
De hecho, incluso hay un estudio del que se hacía eco la BBC hace unos días en Wildlife defies Chernobyl radiation que asegura que tras un primer momento de gran mortandad entre la fauna y flora locales el hecho de que ahora ya no haya humanos viviendo en la zona se ha convertido en un acicate para la presencia de vida salvaje allí, que proliferaría sin problemas a pesar de ser demasiado radioactiva para el consumo humano.
Claro que si ves el reportaje nuclear NIGHTMARES con fotos de Robert Knoth y textos de Antoinette De Jong te preguntas cómo puede ser cierto lo que defiende ese estudio [ojo, el reportaje contiene imágenes muy fuertes, en especial si tienes hijos].
En cualquier caso estos veinte años no parecen haber servido de mucho de cara a plantearse de una forma medianamente seria el futuro de la obtención de energía.
El consumo de petróleo -y su precio- siguen alcanzando máximos históricos; la investigación en fusión nuclear, una versión «limpia» de la energía nuclear, no ha conseguido resultados significativos; las energías alternativas no reciben demasiada atención, quizás, si nos ponemos conspiranoicos, por motivos ocultos…
Personalmente, tengo la impresión de que la mayor parte de la humanidad está mirando hacia otra parte con respecto a este problema, a ver si de alguna forma se soluciona solo, pero me da que eso no va a suceder.
Así que, por poco que nos pueda gustar, tiene toda la pinta de que tendremos que asumir que la energía nuclear de fisión es una opción que nos acompañará durante unos cuantos años, al menos mientras no demos con una alternativa viable, así que habrá que procurar que sea lo más segura posible.