Por @Wicho — 9 de noviembre de 2009

El muro de Berlín en 1961
El muro de Berlín en 1961 - Foto en el dominio público

En el verano de 1985 me fui con dos amigos a recorrer Europa gracias a la tarjeta Interrail, que permite recorrer buena parte de Europa en tren durante un mes a un precio más que razonable, una experiencia que por cierto recomiendo a cualquiera.

No teníamos nada planeado más allá de la primera parada en París, desde donde fuimos escogiendo los siguientes destinos por el método de plantarnos en la estación, ver qué trenes salían y qué destino nos atraía más, y subirnos al tren en cuestión.

Así, al cabo de unos días decidimos poner rumbo a Berlín en un tren nocturno, y de madrugada tuvimos nuestro primer contacto con el régimen de la RDA cuando una pareja de militares, uno de ellos firmemente abrazado a un Kalashnikov o similar, abrió la puerta y encendió la luz del compartimento en el que dormíamos para pedirnos los pasaportes, un trámite con el que la verdad sea dicha no tuvimos ningún problema.

Al día siguiente a primera hora ya estábamos en Berlín oeste y en un momento dado se nos ocurrió que ya que estábamos allí no podíamos dejar de visitar la otra parte de la ciudad, con lo que ni cortos ni perezosos nos dirigimos al Checkpoint Charlie, donde no nos pusieron ningún problema para pasar hacia el control situado en la zona oriental de la ciudad.

Mientras cruzábamos la tierra de nadie del interior del Muro de Berlín y nos dirigíamos hacia este recuerdo perfectamente los soldados armados apostados en las torres de vigilancia y aquel otro que desde dentro de una especie de gran pecera se dedicaba a fotografiar con un enorme teleobjetivo a todo vehículo y persona que iba de Berlín oeste hacia Berlín este.

Muro de Berlín en 2008
Información acerca del muro de Berlín en Potsdamer Platz en 2008

Pero una vez que llegamos al control en cuestión descubrimos que había que comprar una cierta cantidad de marcos de la RDA y que no teníamos la cantidad de suficiente dinero en efectivo y, claro, allí tampoco se dedicaban a cambiar Travelers Cheques, con lo que le dijimos al guardia de fronteras que nos estaba atendiendo que queríamos darnos la vuelta al no tener dinero.

Eso no debía entrar de todo en sus planes o en su operativa cotidiana, porque nos hizo pasar a una sala aparte con una ventana convenientemente enrejada en la que solo había una mesa y unas sillas y nos dejó allí, marchándose con nuestros pasaportes.

No recuerdo exactamente cuanto tiempo estuvimos allí esperando hasta que vino el que supusimos que era su superior al que tuvimos que explicar de nuevo qué era lo que sucedía antes de que nos devolviera los pasaportes y nos dejara marchar.

Probablemente no fue más de media hora en total, pero fue suficiente como para que nos diera como para pensar que nuestras familias no sabían donde estábamos -y en aquella época ni habíamos oído hablar de los móviles, claro- y que estábamos encerrados en una sala de un país en el que los derechos y libertades de los ciudadanos no eran precisamente una prioridad, y aunque en aquel momento bromeamos con el tema como corresponde a unos chavalotes con el COU recién terminado, lo cierto es que estábamos, por decirlo lisa y llanamente, acojonadillos.

Así que cuando hoy hace veinte años vi en la televisión como los ciudadanos de la RDA pasaban por fin libremente a Berlín oeste y como ciudadanos de ambos lados de la ciudad se subían al muro celebrando la apertura de este me alegré un montón por ellos porque creí compartir, más allá de la significancia histórica que pudo tener el momento, un mínimo de la emoción que ellos podían estar sintiendo.

El aniversario está siendo cubierto ampliamente en los medios de comunicación, y Javier Barrera y Pixel y Dixel, por ejemplo, tienen un par de completas recopilaciones en El Muro de Berlín 20 años y 20 joyas periodísticas y 20 aniversario de la caída del Muro de Berlín, aunque yo destacaría de todo esto un par de noticias, "Mi mérito es haberme dado cuenta de que acababa de caer el muro" y Una confusión abatió el muro, y la reconstrucción de los hechos en directo que está haciendo la Deusche Welle en Twitter mediante la cuenta dw_muro_berlin.

Con todo esto, no podré contarle nunca a mis nietos, si llego a tenerlos, que una vez estuve en Berlín este, pero la verdad es que no me importa nada que haya sido porque este dejó de existir de una forma tan inesperada y pacífica.

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