Memorial de la Paz de Hiroshima – U.S. Air Force/Airman 1st Class Elizabeth Baker
El 6 y el 9 de agosto de 1945 las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki se convertían en las primeras –y, afortunadamente, las últimas– ciudades en sufrir los efectos de un bombardeo nuclear.
Se calcula que Little Boy destruyó un 70% de los edificios de Hiroshima y causó entre 90.000 y 140.000 muertes de forma directa. Fat Man, por su parte, destruyó aproximadamente un 40% de los edificios de Nagasaki y causó la muerte directa de entre 39.000 y 80.000 personas.
El presidente Truman decidió usar las bombas atómicas para romper el espíritu de resistencia de Japón, que aunque tenía la guerra perdida previsiblemente iba a resistir con uñas y dientes la invasión terrestre que preparaban los Aliados. En ese sentido se salió con la suya. Pero también se puede leer su decisión como una demostración de fuerza porque en aquel momento sólo los Estados Unidos contaban con armas nucleares.
En cualquier caso desde entonces hemos hecho más de 2.000 detonaciones de armas nucleares en nuestro planeta, ya sea sobre la superficie, bajo ella, o incluso en el espacio. Y los Estados Unidos, junto con Rusia –y no son los únicos países que las tienen– acumulan armas nucleares más que suficientes como para acabar con nuestra civilización. Varias veces.
Con motivo del 75º aniversario de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki la Universidad de Texas ha editado Flash of Light, Wall of Fire, un libro que contiene imágenes tomadas a ras de suelo en ambas ciudades en los días posteriores a las explosiones.
La idea es recordarnos lo que significaron –lo que se ve en ese libro dista mucho de los hongos nucleares que normalmente asociamos con esas explosiones– para que no volvamos a cometer nunca una estupidez como aquella.
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