Este artículo se publicó originalmente en La Voz de Galicia, donde colaboramos semanalmente; esta es la versión con enlaces.
Hace unos días un amigo comentaba en una charla de sobremesa que en su opinión el libro electrónico iba a acabar con las librerías tradicionales, pero en seguida dos de los presentes le replicamos que no era el libro electrónico el que iba a hacer eso si no, y en muchos más campos, la compra a través de Internet.
Los dos habíamos realizado prácticamente todas nuestras compras navideñas y de reyes a través de Internet salvo alguna cosilla de «aquí te pillo aquí te mato» que pudiéramos haber visto en un escaparate, por aquello de poder llevárnosla ya en mano.
Y es que, personalmente, mi experiencia con las tiendas de toda la vida está siendo, en los últimos meses o años, desastrosa en cuanto a la atención que recibo.
Aún estoy esperando, por ejemplo, que llegue Las mentiras de la ciencia, un libro que encargué en una conocida librería de mi ciudad antes del verano de 2011, a pesar de que en cuanto abrió Amazon en España meses más tarde lo pedí allí y a los dos días ya lo tenía en casa; de hecho no he cancelado el pedido de la librería como experimento para poder comparar si y cuando llega finalmente.
Algo parecido me sucedió con un regalo que encargué para un cumpleaños con semanas de antelación y que más de dos meses después de pasada la fecha del cumpleaños todavía no había llegado. Harto ya de esperar –y si no lo hice antes fue porque el destinatario demostró una fe casi inquebrantable en la tienda en la que lo habíamos encargado– busqué el regalo en cuestión en Internet, lo localicé en una tienda en Alemania, y en menos de una semana estaba en casa.
Es cierto que se trata sólo de un par de ejemplos, aunque podría aportar muchos más, igual que hizo mi amigo en aquella sobremesa, pero lo peor es que no se si el comercio tradicional puede hacer mucho frente a esto.
Quizás con objetos muy personales como la ropa, que al final casi siempre es mejor probársela, o únicos como una antigüedad sí sea posible, o quizás con cosas más caras, pues no me veo todavía comprando un coche a través de Internet, pero para todo lo demás, creo que hace tiempo que soy un caso perdido para el comercio tradicional, y me da que no soy un caso único.