Por @Alvy — 19 de enero de 2023

Me encontré con un par de preciosos e hipnotizantes vídeos acerca de las tapas de las alcantarillas japonesas, algo que en cualquier otra parte del mundo sería tan trivial como invisible pero que en el Japón es todo un arte digno de admirar. Según parece la moda comenzó en los años 60 cuando las autoridades locales quisieron visibilizar las mejoras en las ciudades y los sistemas de alcantarillado llamando la atención sobre este detalle de las infraestructuras urbanas. Luego se han usado para señalizar instalaciones importantes, como las que utilizan los bomberos.

En el primer vídeo, de Only in Japan, se cuenta toda la historia y alcance artístico de este mundillo (o submundo, valga el chiste). Los diseños de cada ciudad o barrio son diferentes y a cual más creativo, con elementos típicos de la ciudad, su folclore o atracciones. Algunas tapas de alcantarilla indican el año de fabricación y la ubicación, lo que permite orientarse en la ciudad. Sobre ellas se editan libros, revistas, hay una conferencia anual e incluso colecciones de cromos. Teniendo en cuenta que hay más de 12.000 diseños distintos en todo el país, es algo normal. Buscando referencias recordé que el blog de Enrique Muñiz alcantarillas y tapas recoge desde 2007 fotos de alcantarillas de todas partes del mundo.

En el vídeo de Only in Japan también se ve cómo es el proceso de fabricación, algo que cubre con más detalle y música relajante el segundo vídeo, en una fábrica distinta y más al estilo de los fascinantes vídeos de «Cómo se fabrican las cosas». Proviene del interesante canal Process X. Todo comienza fundiendo el acero a más de 3000 °C, eliminando las impurezas y rellenando con arena los moldes con los que les dará forma (supongo que se utiliza la arena para que no se quede «pegado» al molde). Se vierte el acero fundido, se deja enfriar y se elimina la arena, algo que requiere varios pasos y hasta 24 horas porque está sumamente caliente.

En este punto me pareció especialmente interesante la combinación de trabajo robótico y trabajo humano: hay grandes robots para mover las tapas, que pesan hasta 50 kg, tanto brazos robóticos gigantescos como apiladores como robots de almacén «estilo Amazon» que llevan palés con varias alcantarillas que suponen cientos de kilos de un lado para otro. Pero parte del trabajo todavía es humano: el pulido más delicado, la revisión de imperfecciones (las tapas deben cumplir minuciosamente las medidas exactas, o no encajarían) y –curiosamente– también el pintado manual.

La parte del pintado es la más deliciosa del trabajo, probablemente: las tapas están ya perfectamente limpias cuando lo único que falta es mezclar los colores y jugar al «pintar con números» con grandes botes de colores, siguiendo el modelo. Luego se deja todo secar, se prueban si hace falta –en la propia calle, junto a la fábrica– y se embalan minuciosamente. Todo un trabajo delicado para darle un toque diferente a un importante elemento de las infraestructuras urbanas, que aquí pasamos muchas veces por alto pero que en otras partes del mundo tiene una vida propia.

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