Como en tantas ciudades, en varias grandes calles de mi barrio hay semáforos con botones estilo «Peatón pulse / Espere verde». Uno de ellos responde instantáneamente cuando lo aprietas: siempre hace cambiar el semáforo de los coches de amarillo y rojo, permitiendo cruzar a los peatones. Otro semáforo un poco más allá en cambio, es más indómito: tras pulsar el botón transcurren los minutos y nada sucede, hasta que el semáforo parece cambiar de forma «natural». ¿Cuál es la diferencia entre uno y otro?
Según explican, en 2013 un periodista de la BBC comprobó que algunos de estos dispositivos son puramente botones placebo que no responden como se esperaría de ellos. O más exactamente: solo lo hacen a veces, por ejemplo desde la medianoche al amanecer. Un artículo del New York Times daba a conocer que la mayor parte de los botones Push Button / Wait for Walk de Manhattan se desactivaron al ponerse en marcha un sistema de control de semáforos automático para toda la ciudad: las cajas y los botones se anularon pero quedaron instalados en sus sitios.
La gente lleva décadas preguntándose cómo funcionan los «Pulse para cruzar / Espere verde». Lo deseable si se va a detener el tráfico es que se hagan sin demora para el peatón. Raras veces sucede. Lo más común es que pasen unos segundos (a veces más, a veces menos) y luego se produzca el cambio. Por eso los famosos botones han sido declarados «los botones más inservibles de la historia» por mucha gente.
Sería lógico que tras el cambio rojo/verde/rojo hubiera unos minutos donde las siguiente pulsaciones no tuvieran efecto (para evitar que se formara un atasco si hubiera mucha gente queriendo cruzar) y así parece que se comportan. Pero también hay que tener en cuenta que los semáforos están sincronizados unos con otros, a veces a lo largo de kilómetros y decenas de calles... Esas interrupciones tienen que estar muy bien calculadas por el cerebro central de la ciudad. (En Madrid, por ejemplo, ningún semáforo para coches puede estar más de 4 minutos en rojo.)
La teoría del «botón placebo» tiene otra lectura: la seguridad. Estos semáforos suelen estar instalados en cruces de peatones poco transitados pero con mucho tráfico rodado, por lo que son relativamente más peligrosos. Si no hubiera botones algunos peatones quizá se arriesgaran a ignorarlos y cruzar en rojo si la espera fuera demasiado larga - lo cual sería un peligro. Darles la oportunidad de «controlar» el semáforo (¡aunque realmente no lo hagan!) podría estar salvándoles de accidentes.
En el estupendo análisis que publicaron en BBC Future (Press me! The buttons that lie to you, ¡Púlsame! Los botones que te engañan) cuentan que las ciudades están repletas de otros botones placebo: botones para abrir puertas en el metro y autobuses, reguladores de temperatura en las oficinas, el «cerrar puertas» de los ascensores... Muchos de ellos son reales y tienen un efecto, pero otros no. Son pequeñas mentirijillas que proporcionan la «ilusión del control» a la gente, del mismo modo que agradecemos el ruidito del «clic» de las cámaras fotográficas digitales, el run-run en algunos coches eléctricos o el ruido blanco de fondo en algunas llamadas de Skype.
Probablemente ninguna entidad ni empresa quiere gastar dinero en instalar algo que no sirve realmente de nada, de modo que podemos extraer estas conclusiones:
- La mayor parte de los «botones placebo» no son tales y sí que tienen una función real, aunque quizá no lo hagan todo el tiempo ni como espera la gente (ej. semáforos para peatones y el Pulse para cruzar).
- Otro grupo de botones realmente no tienen ningún efecto realmente, o han sido modificados/desactivados para no tenerlo... Pero hacen sentirse mejor a la gente mediante la «ilusión del control» (ej. los termostatos de algunas oficinas).
- Incluso aunque no sirvan para nada, ciertos botones a veces pueden tener efectos beneficiosos, como hacer esperar a la gente de forma más calmada, evitar aglomeraciones, accidentes...
- A veces es más caro retirar esos botones que dejarlos estar; en algunas ciudades los botones Pulse para cruzar no tienen efecto alguno, pero no merece la pena gastar dinero en quitarlos o cambiar el semáforo.
Así que ya sabes: la próxima vez que pulses un botón para cruzar, intenta comprobar si realmente tiene algún efecto sobre el cambio de luces. Aunque, bueno, realmente si estás leyendo esto es porque ya lo habrás hecho más de una vez.
Actualización: Una voz cualificada nos explicó a qué se debe en ocasiones que los botones del Metro parezcan ser innecesarios (porque «funcionan solos»):
¡Un misterio menos!
{Foto: Espere verde (CC) Joana Esteves @ Flickr}