Planes para megaconstrucciones cafres ha habido de todos los tamaños en la historia de la humanidad; desde aquella para dejar seco el Mediterráneo y convertirlo en tierras de cultivo a la superautopista Londres-Nueva York. La idea de construir un canal navegable alternativo al de Suez entraría sin duda en el Top 10, no tanto por la idea en sí como por el método sugerido.
La idea proviene de hace medio siglo, cuando finalizado el conflicto de la Guerra del Sinaí entre Egipto y otros países árabes, e Israel apoyado por Francia y el Reino Unido, se comprobó que el estratégico Canal de Suez era un enlace vital por cuyo dominio había presiones por todas partes. Algo que con el bloqueo accidental por el buque de transporte Ever Given ha vuelto a ser tema de actualidad recientemente.
La idea que surgió de los think tanks (creo que del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore en concreto) fue construir un canal alternativo que atravesara Israel de Norte a Sur, desde el Mediterráneo hasta el Golfo de Arabia, con salida al Mar Rojo. En total tendría unos 260 kilómetros de longitud y 230 metros de ancho, a través del desierto de Negev, 210 km de los cuales estaban prácticamente desiertos. Era una obra de ingeniería titánica que resultaría más grande incluso que la del Canal de Suez (de unos 193 km) y quizá incluso más complicada, con cierto «desnivel» que se podría aprovechar para centrales hidroeléctricas.
El problema era el método. Haciendo cálculos de servilleta tiraron del método más expeditivo: con 520 «pequeñas» explosiones atómicas de 2 megatones separadas unos 400 metros a lo largo de todo el recorrido. En los memorandos de la época está dibujado el trazado y el coste, al que añaden un 15% para «imprevistos»; en total 575 millones de dólares (de 1963) que equivaldrían a unos 5.000 millones de hoy en día. Algo que se podría considerar al alcance de un megaproyecto de esa magnitud, con financiación pública y privada probablemente, teniendo en cuenta la influencia que tendría en la economía de este tipo de estructura en la zona.
Pero claro… Detonar 520 dispositivos nucleares en oriente medio no parece precisamente una gran idea. Liberación de radioactividad, placas tectónicas, terremotos, en fin, lo habitual. Lo gracioso es que el memorando ignora esos problemas técnicos pero concluye con una advertencia: «Otro problema que no se ha considerado es si el proyecto es políticamente posible; probablemente los países árabes alrededor de Israel tendrían fuertes objeciones a la construcción de ese canal». Me da a mi que sí. Y lo otro, también.
(Vía Yahoo News + Business Insider + Alex Wellerstein.)
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