En Vice: Click, imprimir, arma: la historia del movimiento de las armas creadas con impresoras 3d,
Cody R. Wilson. Wilson, de 25 años, es un estudiante de derecho en la Universidad de Texas que está trabajando en la construcción de armas semiautomáticas utilizando una impresora 3D. La primera vez que escuché su nombre fue hablando con un colega después de que Wilson subiera un vídeo en Indiegogo demostrando qué intenciones tenía con su recién adquirida impresora Stratasys 3D (una impresora que Stratasys le arrebató más tarde).
Uno de los problemas más evidentes es que este tipo de armas son invisibles para los detectores de metales, aunque la munición tiene que seguir siendo necesariamente de verdad y hay que poder comprarla. El percutor también tiene que ser metálico, aunque se trate de un clavo.
En EE UU se ha levantado bastante revuelo con el asunto. El verdadero problema, según Businessweek, es que en aquel país es más fácil comprar un arma que imprimirla,
Let's All Calm Down About 3D Plastic Guns -- Con algo de conocimientos es posible hacer un arma en el sótano de casa, y hay formas menos complicadas de conseguirlas que utilizando un equipo informático de 10.000 dólares. Por internet puedes comprar cualquier cosa desde una pistola Glock de 9 mm a un rifle semiautomático de tipo militar con cargador para 30 proyectiles.
En otros países, caso de España, es mucho más difícil comprar armas y munición de este tipo. Por ejemplo, en España «la razón de defensa de personas o bienes, por sí sola, no justifica la concesión de la licencia» para armas cortas, informa la Guardia Civil. En EE UU es al contrario, ésta razón es en la que se basa el derecho a tener y llevar armas.
De nuevo se demuestra --como leí por ahí hace poco, no recuerdo dónde-- que según se utilice la tecnología puede ser buena o puede ser mala, pero nunca es neutra.