Me gustó este artículo de T. Garton Ash en el suplemento del domingo de El País: La lección del Katrina, especialmente por el descubrimiento de una nueva palabra: descivilización y por un ejemplo contundente:
El otro día, leyendo a Jack London, me encontré con una palabra poco habitual: descivilización. Es decir, lo opuesto, el proceso por el que las personas dejan de ser civilizadas y se vuelven salvajes. El Katrina nos enseña que la posibilidad de la descivilización siempre está presente.Somos monos que volamos en aviones.Se ven indicios de ello incluso en la vida cotidiana. La agresividad al volante es un buen ejemplo. O lo que ocurre cuando se espera un vuelo a última hora de la noche que acaba retrasado o cancelado. Al principio, las burbujas de espacio personal que nos construimos cuidadosamente en los aeropuertos se deshacen en destellos de solidaridad: las miradas de simpatía por encima del periódico o la pantalla del ordenador portátil, unas cuantas palabras de frustración o ironía compartidas. Con frecuencia, eso se transforma en una expresión más enérgica de solidaridad de grupo, tal vez dirigida contra el desventurado personal de tierra de British Airways, Air France o American Airlines (encontrar un enemigo común es la única forma garantizada de obtener solidaridad entre humanos).
Sin embargo, de pronto, surge el rumor de que quedan unos cuantos asientos en otro vuelo, en la puerta 37. La solidaridad se derrumba instantáneamente. Los enfermos, los minusválidos, los ancianos, las mujeres y los niños quedan abandonados en medio de la estampida. Hombres vestidos de oscuro, con títulos obtenidos en Harvard u Oxford y perfectos modales, se convierten en gorilas que avanzan por la jungla. Cuando, después de haberse librado a codazos de sus rivales, consiguen su tarjeta de embarque, se retiran a un rincón y evitan la mirada de los demás. Son el gorila que se ha quedado con el plátano (créanme que sé de lo que hablo; yo he sido ese mono).