La caída de este pedrolo de 200 toneladas en una carretera del estado de Oregon resuelto por las bravas: con unos cuantos kilos de explosivos.
En este caso parece que han calculado correctamente la cantidad de explosivos que era necesaria para romper la enorme roca en trozos más manejables. Como se comenta por ahí, “se les dan mejor las rocas que las ballenas”: usar explosivos también fue la solución que aplicaron para deshacerse de un cachalote de 14 metros y 8 toneladas que varó en una playa de aquel estado allá por 1970.
En aquella ocasión el exceso de explosivos provocó una lluvia de grasa podrida y apestosa que cayó sobre todos aquellos que estaban un radio de 500 metros... llegó incluso hasta unos coches aparcados a cientos de metros, algunos de los cuales acabaron aplastados por la lluvia ballena. “La explosión arrojó grasa animal más allá de cualquier límite imaginable”, relató entonces el reportero Paul Linnman.