Hasta hace un rato estaba razonablemente convencido de que las danzas de la lluvia de los pieles roja no eran muy efectivas a la hora de provocar lluvia, pero sin embargo creía que lo de lanzar sales de plata, hielo seco, o algunos otros productos químicos -o incluso agua- a las nubes desde un avión o mediante cohetes para provocar lluvia o para «desmontar» nubes para evitar granizadas potencialmente dañinas sí funcionaba, al provocar que las gotas de agua en suspensión que forman las nubes se juntaran unas con otras, lo que a partir de un diámetro y pesos determinados las hace caer.
Pero trasteando por los archivos de Lo Marraco, el blog de Roberto Plà, un aerotranstornado profesional literal y figuradamente, di con la anotación Ladrones de lluvia, en la que habla precisamente de este tema y en la que explica que aunque cada uno cuenta de la misa según le va, hay muy serias dudas acerca de la efectividad del «sembrado de nubes».
Por lo visto, aunque se han hecho estudios al respecto desde mediados del siglo XX y aunque hay un par de docenas de países en el mundo que mantienen programas activos de generación de lluvia por este método, parece ser que es muy difícil -por no decir imposible- asegurar que estos métodos sirvan para algo ya que aunque efectivamente el lanzamiento de estos productos provocan alteraciones observables en la estructura de las nubes en realidad no hay manera de saber si ni cuanto habría llovido de no haberlos empleado, lo que en la práctica hace que sea muy difícil medir o estimar su efectividad.
Parece ser que el único caso en el que podría haber algún tipo de resultado fiable y repetible es en el provocar nevadas sobre las montañas en invierno, caso en el que se habla de un aumento de aproximadamente el 10% en las precipitaciones.
Además, el uso de estas técnicas no está exento de polémica, ya que si efectivamente consigues provocar lluvia en un lugar determinado, es obvio que el agua que iba a caer en otro sitio más adecuado sin que fuera necesaria la intervención humana ya no lo hará.
Así que va a ser que, al menos por ahora, no hay soluciones mágicas ni técnicas contra la sequía.