Este artículo se publicó originalmente en Sin vuelta de hoja, un blog de MásMóvil donde colaboramos semanalmente con el objetivo de contar cosas sensatas y relajantes relacionadas con la tecnología y la ciencia.
Aquí van dos originales enfoques para que aquellos que suelen olvidar en qué plaza de aparcamiento dejaron el coche al llegar puedan solucionar este problema típico de los gigantescos parkings de las grandes superficies y los mega-centros comerciales:
La solución tecnológica – Se han inventado hasta aplicaciones para ayudar en situaciones así: con Car Finder [iOS] basta marcar la posición al llegar (¡clic!) y a la vuelta el software utilizará la señal GPS y la brújula para superponer a través de las imágenes reales de la cámara de fotos indicaciones en forma de flechas que indican hacia dónde hay que dirigirse. El sistema no está mal, aunque la precisión o velocidad del GPS puede no ser suficiente –especialmente si el parking es cerrado– y los más despistados quizá hasta olviden abrir el programa al llegar al parking.
La solución de baja tecnología – Esta es mi favorita de todos los tiempos por muchas razones: funciona casi siempre, no requiere de cacharritos de ningún tipo, parece un superpoder, se asemeja a una leyenda urbana y de paso sirve para asombrar a los amigos. Consiste básicamente en aprovechar la cabeza como amplificador de antena del mando a distancia. La forma de hacerlo es apoyar el mando por debajo de la barbilla y entonces pulsar el botón: «mágicamente» la señal alcanzará unos 15 o 30 metros más de lo habitual, lo cual puede ser suficiente para que se vean las luces y se oiga el ¡bip, bip! del vehículo. Hay quien encuentra que la distancia mejora si además se abre la boca (!) Compruébalo la próxima vez que estés en un parking con el coche a la vista, desde diversas distancias.
Los que entienden de ingeniería aseguran que no se trata de una leyenda urbana: el efecto, que es más que apreciable, se produce porque la cavidad de la cabeza actúa como antena: el efecto es similar al que producía nuestro cuerpo –haciendo las veces de «antena» en su totalidad– cuando tocábamos con la mano las viejas antenas de radio o televisión. La cabeza, además, está llena de líquidos, y su forma de cavidad hueca dicen que ayuda a aumentar el efecto. Aunque la amplificación que se logre no sea una barbaridad, puede servir para salir de un apuro si el coche responde a la señal del mando.
Ambos sistemas tienen algo en común muy interesante: la cara de tonto que uno pone cuando está haciendo clic con el mando debajo de la boca, o dando vueltas sobre uno mismo con el móvil a la altura de los ojos. Pero bueno, ¡la vida del optimizador de la tecnología es dura, no hay que tener miedo al ridículo!
{Foto: January Sales (CC) John Spooner @ Flickr}