Aprovechando las tarifas realmente bajas de Ryanair hemos pasado el fin de semana en Londres, un poco para ver cómo era la experiencia de viajar en una "low-cost" y un poco por volver a Londres, a dónde hacía casi trece años que no íbamos.
En lo que se refiere a los vuelos, yo diría que la experiencia no tiene nada que envidiar a la de viajar con una línea aérea tradicional, y aún teniendo en cuenta los desplazamientos hasta los aeropuertos de Santiago de Compostela y Stansted, el viaje nos salió a menos de mitad de precio que, por ejemplo, con Iberia.
No se si fuimos especialmente afortunados o qué, pero tanto a la ida como a la vuelta nos tocó viajar en dos de los aviones más nuevos de la flota de Ryanair, el EI-DHF, que de hecho es el primer Boeing 737-800 que ha recibido Ryanair sin las tradicionales "cejas", y el EI-DHK, también sin "cejas".
Ambos son tan nuevos que del primero apenas hay fotos en Airliners.net, y del segundo, a día de hoy, todavía no hay ninguna.
Puntualísimos tanto a la ida como a la vuelta, el piloto del vuelo de vuelta se disculpó antes de cerrar las puertas del avión porque iban con tres o cuatro minutos de retraso, y volvió a hacerlo durante el vuelo porque tardamos un poco en recibir la autorización para el despegue una vez que estuvimos en marcha porque había cola para entrar en la pista.
El único problema fue a la vuelta, pues al aterrizar en Santiago llovía a cántaros y los de Ryanair no se gastan un duro en nada superfluo como las pasarelas para pasajeros, así que tocó darse una carrerita hasta el edificio terminal bajo la lluvia.
Definitivamente, volveremos a volar con Ryanair.
En cuanto a Londres, este viaje me sirvió para descubrir que esta ciudad me gusta mucho más de lo que recordaba y que desde luego no me importaría nada vivir una temporadita allí.
La novedad de esta visita fue la London Eye, ese "peacho" de noria de 135 metros de altura con unas vistas espectaculares... aunque las colas también pueden llegar a serlo.
Junto con esta noria, nos sorprendió ver la cantidad de construcciones decididamente modernas como el ayuntamiento, la Swiss Re Tower, el Millennium Bridge, o el propio London Eye que ahora conviven con las de toda la vida en la ciudad.
El descubrimiento inesperado fue la zona que baja de Notting Hill hacia Kensington, llena de esas típicas tiendas pequeñitas y que me gustaría haber visto con calma, porque en realidad pasamos en autobús. Quizás la próxima vez.
La tentación, como siempre, las librerías de Charing Cross, y Forbidden Planet.
Otra cosa que me sorprendió fue Harrods, dónde nunca había entrado. Las salas en las que venden comestibles son espectaculares, y las de joyas y complementos tampoco se quedan cortas; la verdad es que merece la pena ocupar unas horas en verlo por dentro.
Puedo creerme perfectamente que allí puedes comprar de todo, siempre y cuando tengas el dinero suficiente, claro.
Y, por supuesto, se nos quedaron montones de cosas y cosas por ver y hacer, en especial una visita al Science Museum y a la Difference Engine de Babbage que allí tienen, así que ya tenemos disculpa para volver en cuanto podamos.
"Ofkors", he subido las consabidas fotos a un álbum de Flickr.
Actualización 17-5-2005: se me olvidaba comentar que Londres tiene la mayor concentración de iPods por metro cuadrado que he visto en mi vida, muchos más incluso que en San Francisco.
Sólo cruzando el London Bridge conté seis personas con iPods; en total no tengo ni idea de cuántas puedo haber visto en estos dos días, pero seguro que fueron varias decenas.